Estoy sorprendido por las interesantes preguntas que me han formulado y por las sugerentes cuestiones que los lectores me han apuntado al hilo de las ideas vertidas en el artículo sobre el bienestar. Como es natural, muchas de las opiniones no coinciden con mis planteamientos, de la misma manera que las experiencias en las que aquéllas se apoyan son diferentes e, incluso, opuestas a las mías. No caeré en la pretensión -errónea e inútil- de defender con argumentos una convicción basada, como ya indiqué, en mi experiencia personal sólo válida para mí y para aquellos que la hayan vivido de manera análoga.
Aprovecho, sin embargo, la oportunidad para aclarar algunas confusiones que en varios comentarios sobre los obstáculos al bienestar se repiten en los mails que he recibido. Hemos de reconocer, en primer lugar, que el malestar causado por las enfermedades, por los dolores y por los sufrimientos -realidades humanas estrechamente relacionadas entre sí- nos son manifestaciones idénticas.