La literatura –ya lo hemos repetido en varias ocasiones- es el cauce más adecuado para relatar la vida del alma humana y para representar los significados del mundo en el que vivimos: es la senda más directa para explorar con palabras los latidos más hondos y más auténticos de nuestras experiencias cotidianas.
Pero, para leer y, sobre todo, para escribir literatura -para vivir la vida de esa manera tan intensa-, como afirma Antonio Muñoz Molina, hemos de mirar –no con la mirada de los poderosos, de los listos, de los -con la mirada del mirón, del voyeur, del curioso, del testigo impasible, del observador morboso que pretende penetrar en el interior de las personas y de los objetos para descubrir qué ocurre allí, que piensan y, sobre todo, qué y cómo sienten, y para que, yendo más allá de la imaginación, avanzar en los sueños y, después, regresar ilusionados a la vida que nos espera, sin empeñarse en seguir soñando. Según el filósofo irlandés George Berkeley (1685 - 1753) la filosofía conocida como idealismo subjetivo, existir consiste en ver y en ser visto.