Los rápidos y profundos cambios que, en estos comienzos del nuevo milenio, se están produciendo en la economía, en la política y en la cultura, son parecidos -según afirman acreditados autores- a las alteraciones neuropsiquiátricas que padecen los ciudadanos que han sufrido los síntomas de estrés postraumáticos como, por ejemplo, los desastres de la naturaleza o las calamidades de una guerra. Nuestra sociedad se siente angustiada por una inquietante ansiedad y permanece en un constante estado de aprensión, de tensión, de desasosiego, de preocupación y de desproporcionado temor.
En amplios sectores de la clase política observamos unos comportamientos excesivamente violentos que generan, no sólo en los adversarios, sino también en los miembros de sus propios partidos, unas hondas heridas que dejan una impresión duradera y, a veces, indeleble. Frecuentemente estas lesiones se expanden y ocasionan unas profundas fracturas en el conjunto del cuerpo social.
En amplios sectores de la clase política observamos unos comportamientos excesivamente violentos que generan, no sólo en los adversarios, sino también en los miembros de sus propios partidos, unas hondas heridas que dejan una impresión duradera y, a veces, indeleble. Frecuentemente estas lesiones se expanden y ocasionan unas profundas fracturas en el conjunto del cuerpo social.