Los seres humanos somos paradójicos e incoherentes. No sólo por la contradicción que enfrenta nuestras ideas, nuestras palabras y nuestros comportamientos sino, también, por la permanente ambigüedad y por la, a veces, disparatada incongruencia de muchos de nuestros pensamientos, emociones, deseos, temores y sensaciones. Nuestro equilibrio –físico, psíquico y moral- es el resultado de las contradictorias fuerzas que nos empujan hacia fuera y hacia adentro, hacia arriba y hacia abajo, hacia el pasado y hacia el futuro, hacia nosotros mismos y hacia los demás.