El marido estaba en la cama. Supuestamente dormido, descansando de unos momentos frenéticos y recibiendo la recompensa del guerrero al terminar la batalla.
Ella abrió la puerta de la alcoba sigilosamente. La luz estaba encendida, entró hasta que por sorpresa, la vio. Quedo petrificada. No esperaba encontrar en su alcoba y dentro de sus dominios aquella mujer, usurpando su posesión.
No se escuchó una sola palabra, ni un solo gesto, ni una sola mueca, solamente silencio. Con la mirada lo dijo todo, y el pensamiento hizo el resto.