"Perfil humano de una de las "paisanas" nuestras que más me han impresionado por su extraordinaria calidad".
José A. Hernández Guerrero.
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Impulsada por una profunda devoción familiar, María, una mujer entregada a su familia, mantiene unas insaciables ganas de vivir y unos deseos irreprimibles de disfrutar recordando episodios pasados y soñando con ese tiempo nuevo que, en compañía de sus hijos y de sus nietos aún le queda por vivir.
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María es una de esas personas excepcionales que, sin necesidad de pronunciar palabras, nos transmite unos orientadores y estimulantes mensajes sobre los valores más importantes de la vida humana. Silenciosa, paciente y esperanzada, posee una inextinguible capacidad para escuchar, para comprender y para acompañar. Es una mujer buena que, con su presencia, ha creado un confortable y cálido hogar en el que los hijos, respirando una atmósfera de respeto, de libertad y de cariño, han crecido, han madurado y están generando abundantes cosechas de bienestar. Ella, con sus actitudes nobles y con su innata sencillez les ha enseñado que, igual que ocurre con los árboles, la vida humana se mide por la riqueza de sus frutos, por la calidad de esas virtudes que nos sirven para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás seres que nos rodean.