De nunca me gustaron las parodias, que los humoristas o muchos de ellos hacían o continúan haciendo, sobre las personas de los pueblos, a lo mejor porque me sintiera aludido.
El que menos el difunto Juanito Navarro, que para nada discuto que fuera un buen actor cómico. A mí personalmente cuando encarnaba al cateto de pueblo, maldita la gracia que me hacía. Es más hasta el Maestro Gila, en esa faceta me parecía esperpéntico. Les doy mi palabra de honor que en la actualidad me la refunfuña.
No hay que irse muy lejos, en una urbe cercana a nosotros, nos llaman catetos o paletos, los pobres ignorantes.
Es de justicia reconocer que en los años cincuenta y hacia atrás, las diferencias sociales, culturales, etc., entre las poblaciones rurales y las grandes urbes eran de mucha índole.