Aunque es cierto que, en la actualidad, el negocio dedicado a los cuidados corporales está obteniendo en España un notable auge, no podemos olvidar que el afán por mejorar el aspecto físico para gustar a los demás y, sobre todo, para gustarse a sí mismo, es un hecho permanente desde el comienzo de la civilización humana.
La Historia nos muestra cómo, en todos los tiempos y en todos los lugares, los hombres y las mujeres han buscado fórmulas para resaltar sus encantos y para disimular sus defectos. Recordemos, por ejemplo, cómo la reina de Egipto, Cleopatra, se aplicaba abundantes cosméticos elaborados con cenizas, con tierras y con tintes. Y, corriendo el tiempo, los hombres del siglo XVIII usaban cuidadas pelucas para cubrir la calvicie producida por los productos que se empleaban para matar a los piojos.