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La revolución del alcornoque
Desde edificios hasta trenes de alta velocidad, Corticeira Amorim quiere vender su corcho para usos más allá de los tapones de vino. El plan requiere reducir drásticamente el tiempo que lleva cosechar este material sostenible
Henrique Almeida
27 julio 2023
Durante más de 150 años, Corticeira Amorim prosperó comprando trozos de corteza de alcornoques en Portugal y transformándolos en tapones. La compañía produce anualmente miles de millones de sellos para las botellas de vino y champán de todo el mundo.
Dado que las ventas anuales han alcanzado récords, el desafío para el mayor fabricante de corcho del mundo es asegurarse de tener suficiente suministro para satisfacer la creciente demanda fuera de la industria de las bebidas.
«Actualmente no hay escasez de oferta en el mercado, pero necesitamos comenzar a producir más de esta materia prima para responder a una mayor demanda en el futuro», dijo el presidente ejecutivo, António Amorim, en una entrevista el mes pasado.
Hoy en día, este material ligero y esponjoso se encuentra en todas partes, desde la ropa hasta el aislamiento utilizado en automóviles y trenes de alta velocidad, e incluso en transbordadores espaciales. Es más sostenible que la madera, ya que se extrae de árboles sin que sea necesario talarlos. Esto significa pueden continuar sirviendo como sumideros de carbono de larga duración.
Lo único que se interpone en el camino de la explosión del mercado del corcho es que le lleva décadas volver a crecer. Eso es algo que Amorim espera cambiar.
La empresa busca acortar el tiempo de la primera cosecha de 25 a unos 10 años mediante el uso del riego por goteo. Es una práctica que se ha utilizado durante años para acelerar la cosecha de una amplia variedad de cultivos como los olivos, pero rara vez se ha aplicado al corcho porque estos árboles predominan en las regiones portuguesas y mediterráneas donde hay sequías recurrentes y largos veranos secos.
El corcho tampoco es un cultivo que crece en un campo, sino en un bosque, que muchos agricultores normalmente no regarían. Hasta hace poco, Corticeira Amorim no poseía bosques de alcornoques. En 2018, la empresa con sede en Mozelos (Portugal) comenzó a comprar tierras para desarrollar plantaciones de alcornoques de regadío, con hasta ocho veces más árboles por hectárea de lo normal.
Portugal, que produce alrededor del 50 por ciento del suministro mundial de corcho, ha visto disminuir el tamaño de estos bosques en el 3,6 por ciento entre 1995 y 2015, según los últimos datos disponibles compilados por el inventario forestal nacional del gobierno.
Para algunos agricultores, el largo período de espera que se necesita antes de que un alcornoque produzca suficiente producto no ha hecho que valga la pena plantarlos.
Un árbol recién plantado requiere, al menos, 25 años antes de que un descorchador pueda quitar la corteza exterior del tronco con sus propias manos. Luego, la corteza tarda nueve años en regenerarse y otros nueve en producir corcho que sea lo suficientemente bueno para los tapones de botellas, que representan la mayor parte de las ventas de Corticeira Amorim.
Este período de espera, medido en décadas, ha decantado a los agricultores a invertir en cultivos como olivos y viñedos, que generan ganancias financieras más rápidas. «Hoy, cuando la gente piensa en plantar un alcornoque, lo hace por sus nietos”, dijo Amorim, cuyo bisabuelo fundó la empresa en la ciudad de Mozelos, en el norte de Portugal, en 1870. «Necesitamos demostrar que es posible plantar alcornoques también para nuestra generación».
Amorim dijo que la idea de acelerar el proceso de cosecha se le ocurrió hace más de una década cuando un amigo de la familia en un pequeño pueblo en el centro de Portugal decidió probar el riego por goteo en los alcornoques. Francisco Almeida Garrett, plantó dos hectáreas de alcornoques en su finca en Avis, un pueblo en el centro de Portugal, en 2003 usando un proceso de riego similar al que usa en sus olivos.
«Ocho años después, me di cuenta de que algunos de estos árboles estaban listos para ser cosechados en lugar de los 25 años habituales», cuenta Almeida Garrett, quien desde entonces ha plantado otras 40 hectáreas de alcornoques de regadío. «Fue increíble».
En 2010, Amorim, un viejo amigo de la familia de Almeida Garrett, visitó esta finca para ver por sí mismo los resultados de su experimento, que allanó el camino a un nuevo capítulo en la estrategia de crecimiento de Corticeira Amorim.
En ese momento, los tapones de corcho estaban empezando a recuperar cuota de mercado de los de botellas artificiales después de que Corticeira Amorim encontrara una forma de eliminar la llamada «contaminación del corcho», un contaminante que podría hacer imbebible la vendimia más fina.
Hoy en día, los tapones de corcho se utilizan en unos 13.000 millones de botellas de vino de un total de 20.500 millones que se producen cada año. Las botellas restantes se sellan con tapones de rosca, plástico y otros tipos. Corticeira Amorim vende alrededor de 6.100 millones de tapones de corcho cada año.
«Dije a Francisco: ‘Tú me cambiaste la vida'», rememora Amorim. «Una vez que vi lo que hizo, decidí que no podíamos quedarnos sin hacer nada».
Amorim se puso rápidamente en contacto con la Universidad de Evora, en el sur de Portugal, y ayudó a financiar un programa de investigación que podría verificar los hallazgos en la finca Herdade do Conqueiro de Almeida Garrett. Pronto, las dos hectáreas de alcornoques de regadío de la Finca Conqueiro, del tamaño aproximado de dos campos de fútbol, se convirtieron en un laboratorio al aire libre.
Se utilizaron tres tipos diferentes de técnicas de riego por goteo en cientos de árboles equipados con sensores para monitorizar su crecimiento y el uso del agua mientras los drones rastreaban su desarrollo. También se evaluó un grupo de control de árboles sin riego para comparar el progreso.
«Hemos demostrado que el riego por goteo reduce a la mitad el tiempo de espera hasta la primera cosecha», afirma Nuno de Almeida Ribeiro, profesor de la Universidad de Évora que dirige el proyecto de investigación Regacork que hoy cuenta con el apoyo de varias fincas agrícolas y empresas junto con Amorim. «No todos podrán hacerlo, ya que se necesita acceso a agua y energía y un suelo adecuado para cultivar estos árboles».
No es una tarea fácil para el grueso de los productores de corcho en Portugal, donde la mayor concentración de bosques de corcho se encuentra en el sur de Alentejo y la región del Algarve, una vasta área de llanuras y colinas onduladas con inviernos templados y veranos calurosos y secos. El sistema de raíces profundas del alcornoque le permite extraer agua del subsuelo y hacer frente a la sequía.
Ana Cristina Coelho, profesora de la Universidad del Algarve, que ha realizado una investigación sobre el declive del alcornoque, estima que solo un porcentaje muy pequeño de propietarios podrá llevar a cabo el riego por goteo.
«Este tipo de riego solo es posible en áreas cercanas a ríos, lagos o represas donde hay abundancia de agua y donde no compites por los suministros que podrían usarse para el suministro a los hogares u otros cultivos alimentarios importantes», remarca Coelho.
Aún así, Amorim estima que si se plantan 50.000 hectáreas de estos nuevos bosques de alcornoques, solo el 7 por ciento de un total de 730.000 hectáreas en Portugal, el país podría aumentar su producción hasta en un 40 por ciento.
Corticeira Amorim adquirió recientemente Herdade de Rio Frio, una enorme propiedad forestal cerca de Lisboa. Es allí, en un área de unas 5.200 hectáreas cubiertas de alcornoques junto a dos grandes presas y canales artificiales, que transportan agua del río Tajo, donde Amorim está desarrollando una parte central de su llamado programa de intervención forestal.
«Actualmente tenemos unos 50 árboles por hectárea. Pero hay espacio para plantar muchos más árboles en la misma área», dijo Nuno Oliveira, que supervisa las propiedades forestales de Corticeira Amorim, mientras caminaba entre varios alcornoques en Herdade de Rio Frio.
La compañía utilizará riego por goteo en las plantaciones de alcornoques recién plantados hasta su primera cosecha en unos 10 años. Una vez que se cosechan los árboles, se puede detener el riego por goteo y continuar el ciclo regular de crecimiento y cosecha de nueve años.
Corticeira Amorim tiene como objetivo plantar hasta 400 alcornoques por hectárea en lugar de los 50 habituales y usar plantas clonadas de árboles que se consideran más fuertes y producen corcho de mejor calidad que otros para aumentar la tasa de éxito.
Plantar alcornoques más cerca unos de otros hará que los árboles crezcan más uniformemente hacia arriba, confirma Oliveira, ingeniero forestal. Esto facilitará el uso de la tecnología para agilizar el descortezado de los árboles, que actualmente se extrae a mano, con un solo instrumento, el hacha, y aplicando técnicas que se han ido transmitiendo en comunidades y familias durante siglos.
«Estamos cambiando la forma en que funciona el sector del corcho», dijo Oliveira.
Si funciona, Amorim espera que otros propietarios sigan su ejemplo e inviertan en sistemas de riego para nuevas plantaciones de corcho con más árboles. Un incentivo adicional para ellos, dijo Amorim, es que estos árboles son sumideros naturales de carbono y podrían usarse para ofrecer créditos de carbono, que ayudarán a los propietarios de tierras a pagar su inversión.
Por ahora, sin embargo, Corticeira Amorim se centra en el producto final. La empresa registró un récord de 1.000 millones de euros en ingresos en 2022 y espera que la demanda de corcho siga aumentando en los próximos años a medida que los consumidores opten por productos más sostenibles.
«Mi esperanza es que otros se sientan inspirados por lo que estamos haciendo», dice Amorim. «Lo único que queremos es tener más corcho para seguir creciendo en el futuro».
Con fotografías de Paulo Duarte (Bloomberg)
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