Reconociendo la utilidad terapéutica de la Psicología y, por lo tanto, la necesidad de aplicar sus tratamientos para corregir conductas dañinas, es importante que, además, valoremos positivamente las aportaciones de aquellas ideas y de aquellas pautas que están dirigidas a potenciar los valores y los goces humanos, y es conveniente que apreciemos los trabajos que proporcionan fórmulas prácticas para disfrutar, para estar más alegres y más contentos, para vivir bien y para pasarlo mejor, para ser más amables, más generosos y más solidarios.
Es cierto que el estudio de aspectos positivos como, por ejemplo, la creatividad, la inteligencia emocional, el buen humor, la sabiduría popular, la felicidad familiar y, en resumen, la “resiliencia”, tiene antecedentes ya en Aristóteles, que, como es sabido, dedicó parte de sus escritos a la εὐδαιμονία (eudaimonía, término griego habitualmente se traduce como “felicidad”), pero hemos de reconocer que es, en la actualidad, cuando se están desarrollando estudios científicos que nos proporcionan unas técnicas muy útiles para que nos acerquemos a unas metas más ambiciosas que la mera aspiración a sobrevivir, a trabajar y a reproducirnos.
Es posible que, en ese aumento, no sólo de expectativas sino también de calidad de vida del ser humano en las últimas décadas, esté influyendo, además de las importantes investigaciones clínico-epidemiológicas, ese conjunto de factores que trascienden lo meramente biológico, y que, como tú sabes bien, tienen mucho que ver con el bienestar subjetivo, con esa capacidad para sobreponiéndose a los dolores del cuerpo y a los sufrimientos del espíritu, sentirnos más fuertes y más contentos. Estoy convencido –querido maestro Juan- de que esta época –la histórica y la biográfica- si sabemos administrarla contando y recontando los aspectos positivos de nuestra propia vida, puede ser la más gratificante y la más fecunda de nuestra ya dilatada existencia. Un abrazo agradecido, Juan.
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