Leído en Campo de Gibraltar Siglo XXI. Por su interés reproducimos este artículo.
En su artículo de hoy, Paloma Fernández Gomá habla de su paraíso perdido, su lugar de retiro, en un espacio tan querido como olvidado para muchos campogibraltareños
Por Paloma Fernández Gomá
Cuando amigos como Bernardo Medina Sánchez recuerdan que una gran parte de mi obra se ha escrito en San Pablo de Buceite, desde donde me llega la voz del Estrecho, es para mí un motivo para sentirme agradecida.
Aquí cerca del Guadiaro está » La soledad que nos habita», la mujer y el ángel de «Las tierras de Silo», «Los espacios oblicuos» de la genista y la alhucema, también aquellos «Senderos de Sirio» que miraron caer las hojas del palisandro, o bien el ruiseñor de «Zejeles de alborada» con su canto de algarabía, despidiendo la tarde para buscar los caminos del anochecer o el chopo que aguarda en la mitad del puente los pasos del caminante en «Calendas». «Las edades del alma» ciñendo sus ritos de vida a la sombra del ciprés. El amaranto fue un reto telúrico en el libro » Cáliz amaranto», cuando los «Ángeles del desierto» buscaron sofocar su sed al abrigo de los almendros.
Siempre hubo un camino de proximidad en «Acercando orillas» buscando cobijo en los aleros y en el vuelo del mirlo para llevar las correntias del mar hasta el musgo de los montes; donde la voz del hombre es el único cauce para el reencuentro.
Lucernas y Alféizar, Sonata y Vigilias, Iris y Weblog del tiempo. Los libros y sus páginas pagaron alcabalas en el rigor de la noche, cuando el sol deja su sombra en las cumbres y San Pablo de Buceite comienza a sentir el latido somnoliento de la noche en sus espaldas, recorriendo la senda del río o el camino de El Corchado. En pocos minutos la noche lo cubre todo con su tedio de nostalgia y la raíz del monte revive el eco del mar que acostumbra llegar por Levante. Luego el mar se hace rocío entre las cañas y el salitre se introduce en los surcos de la tierra para recordarnos que el agua nos une en riberas de salitre y azahar, como si un ungüento pretérito y deseado nos envolviese en la cima extrema de los montes.
Tantas han sido las sensaciones y las vivencias en San Pablo de Buceite a lo largo de cuarenta y cinco años donde el campo y el mar, llegado desde Algeciras, han hecho posible que nazca una obra con la impronta de los montes y la cal, la sal y el agua, y el olor inalterable del alma deletreando la voz del tiempo, haciendo que convivan gaviotas y mirlos en un alero imposible de velamen sin barcos, donde el agua es simiente profunda que se traslada de sol a sol para hacer germinar la palabra.
Y dicho todo esto. Cómo no alegrarme de que amigos como Bernardo Medina se acuerden de mí para hablar de mi último libro » Las tierras de Silo», nacido en tiempos de pandemia en El Corchado, junto a » La soledad que nos habita». Cuando tuvimos que estar confinados durante prácticamente dos años.
Fue un tiempo muy difícil, donde la muerte fue cercana y temida. Durante este tiempo también tuvimos la oportunidad de plantearnos muchas cosas. Tales como el valor de la vida, la verdadera amistad, el amor hacia los demás y a la familia. La palabra construyó el camino para sustentar nuevos tiempos de acercamiento superando el confinamiento y la poesía fue junto al fuego el reclamo esperado para agradecer a la vida todo lo que nos ha regalado y a quienes dejaron sus horas en los pasillos, para ayudar.
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