jueves, 20 de octubre de 2022

"Una vida con creces al borde del siglo", por Fran Andrades

El periodista sampableño Fran Andrades en la foto con su abuela Paca Saraiba.

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Una vida con creces al borde del siglo

Mi abuela Paca cumple noventa y seis años. La tía se mantiene en el precipicio; será por eso de que es una pizpireta, como muchos la definen. Tuvo a cinco hijos aunque amamantó a seis. Trabajó duro en el campo. Pasó de vivir en una choza a levantar su casita. Antes huyó de la guerra cuando apenas era una adolescente. Episodio que no borra de su cabeza y recapitula cómo el frente bombardeaba mientras el grupo ganaba terreno hacia Málaga. A la vuelta tuvo que afrontar la muerte de su padre al que mataron en el combate. Ella cuenta con detalles cómo fue junto a su madre, embarazada y subida a una mula, y sus hermanos, a buscarlo a Jimena y en el cuartel les dieron la noticia del fallecimiento. Fue el inicio de una serie de batallas a las que ha hecho frente desde jovencita.

Cuando el cautiverio dejó paso vivió sus mejores años con mi abuelo Juan Guzmán, tan querido por todos. Siempre que se les presentaba la ocasión viajaban. Lo que más añora, sin duda, cuando salían a bailar y se recogían a las tantas. Cualquier excusa era buena para celebrar. El mayor festejo: sus bodas de Oro. Para ello cortaron parte de la Caña' y nos agregamos centenares entre familiares, vecinos y amigos. Luego, cuando se marchó su Juan, siguió con el mismo entusiasmo y no faltaba a la cita de los domingos con sus amigas, conocidas popularmente como 'las chicas de oro'. Acababan siempre en el bingo.

A su vera sigo siendo ese niño que no para quieto. Los años más entrañables que recuerdo con ella son viendo cada noche de sábado 'el programa de la copla de Canal Sur'. De ahí que me las sepa todas. De pe a pa. Ella canta con la gracia del sur que le caracteriza su predilecta, 'Un clavel' de la Jurado. Yo aprovechaba para hacer los deberes. Y a eso de la una de la madrugada, me decía muy dispuesta: "¿Francisco, tú quieres hierbaluisa?" Preparaba dos tazas, o si estaba muy nerviosa, que era lo más probable, tocaba tila. 

La señora conserva un puñao' de vivencias propias de una nonagenaria. A cada instante presume de hijos, hijas, yernos, nueras, nietos, nietas, bisnieto y bisnieta. Se desvive por ellos y se proclama como el sostén de la familia. No se resiste a mencionar todo aquello de lo que se ha tenido que despojar, especialmente de los que ya no están. A pesar de que la edad hace mella y a veces las fuerzas flaquean, siempre vuelve a echarse uno de sus bailes. Y lo que es mejor, encuentra el momento preciso para colocarse un disfraz. De vez en cuando también se le atraviesa alguna que otra bala. Entretanto, alimenta el deseo constante de juntar a sus descendientes y cercanos en su patio; amparo para la parentela, y testigo de innumerables reuniones. Donde entramos todos, los que vienen y se van con el anhelo de volver.

Ahora luce su piel arrugada como una maceta pero en su naturaleza guarda el carisma intacto. La señora mayor, que no vieja (como ella dice), sentencia a cada rato. Un legado escrito que suma, pero sobre todo vivido generosamente, que empieza a dejar. Por muchos años más. Mientras tanto, se cobija en los suyos, y sigue diciéndome: "¿por qué te vas tan lejos?, ¿cuando terminas allí arriba?, ¿no puedes venirte aquí chiquillo?". Y a mi no me queda otra que coger el tren una vez más con la ilusión del reencuentro. Bendito reencuentro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo Paco, y muy sincero.

Anónimo dijo...

Un ejemplo para España de como sortear los avatares, los tropiezos y las trampas de una "vida con creces", revolcando a los años en un fanguisal enmascarado tal carnavales: ofreciendo vida y alegría por encima de la penuria y la miseria. Un ejemplo enorme para su pueblo y familia, de como se tratan los males y los contratiempos, con el espíritu revoltoso pero sosegador, de la que sin tener nada, lo tiene todo, en especial a su familia, desde hijos/as hasta sobrinas/os y, como no, amigos y amigas. Un matrimonio Juan y Francisca (Paca) que sumergieron después de una maldita guerra, ahogados por la buena o mala suerte en bandos diferentes Juan a la fuerza por un servicio militar a la fuerza, sobrevivió de entre las balas de izquierda que le buscaban sin notar su sentir político y contrario a lo que le obligaban a defender; y Paca, su después amada novia y esposa, al otro lado, viendo como derechas hacia ella y hacia su familia las bombas y balas fascistas buscaban su corazón de izquierda, encontrado el de su padre y el de tantos inocentes de barbaries políticas que nada tenían que ver con ellos. Y he aquí que el amor (tan perdido entre españoles), y que no entiende de "posiciones ni de trincheras", los une para siempre y Juan regala a Paca su propia vida de dolor para suplir la de su padre arrebatada, siendo para ella el mejor esposo y el mejor padre.
Una realidad que valdría como un cuento con zapatos de cristal universal; un cuento que aún no ha terminado, porque ella como nadie supo y sabe vivir la vida fuera de todo odio y confrontación, una vida con nervios de vida, cariño y amor, que por él momento ni Dios ha sabido matar ¡Qué buenos hijos tienes Paca!
¡Por muchos años rameando crisálidas de alPaca, ten paciencia!, y sigue amando a la vida con la vida y con toda tu familia y tu pueblo Sra. y bisabuela PACA.