Leído en el diario El Mundo. Por su interés reproducimos esta noticia.
Lucía Álvarez, La Piñona: "El duende del flamenco lo comparo con un orgasmo"
SILVIA MORENO
Lucía Álvarez, La Piñona. Jimena de la Frontera, Cádiz, 1985. La bailaora superó la racha mala y ahora toca la buena. Hizo un anuncio de Armani, estrena en la Bienal de Flamenco de Sevilla, actúa el día 15 de mayo en Madrid y en junio, bailará en Francia.
¿Piñona es un apodo familiar?
No, viene de piñonate, que es un dulce de mi pueblo, Jimena de la Frontera. Está hecho de almendra, lleva piñones por encima y está muy dulce y muy bueno. Me lo puso una amiga cantaora. Al principio, no me gustaba, pero ya sí me siento identificada con él.
Usted se ha curtido como artista en los tablaos flamencos, ¿cómo es bailar allí?
Sí, y sigo yendo. Los tablaos te enseñan mucho y no solo a bailar. Aprendes la convivencia, te hacen ser un poco pícara y canalla porque tienes que desarrollar un espíritu de supervivencia y a estar sobre un escenario. También improvisación porque tienes que salir del paso de muchas situaciones difíciles, te curte como artista y te da los códigos del flamenco.
A ser pícara y canalla, ¿por qué?
Porque estás en un camerino con otras muchas bailaoras, hay competencia y ambientes amables también. Eso de la competencia fea es algo antiguo, ya no se lleva tanto. Pero tienes que estar al tanto, con actitud de artista y ganarte tu terreno. Estés bien o mal tienes que sacar adelante el trabajo. El tablao es como el gimnasio del flamenco.
Cuenta con premios y nominaciones a los galardones más importantes, como los Max y el Festival de Cante de las Minas, ¿deben ser un objetivo para un artista?
Hay que relativizarlos, para bien y para mal. Te impulsan y te sitúan en el mapa. Siempre vienen bien. Pero hay que seguir trabajando y depurando tu técnica y tu baile.
¿Cómo es la disciplina de una bailaora como usted?
Físicamente, es duro porque tenemos que estar siempre renovando y a la orden del día, como los médicos o los investigadores, pero eso te lo da el día a día, si tienes afición y curiosidad. La parte más difícil es la mental para sostener la carrera, estar preparada para la negativa, sacar adelante el proyecto y tener mente de empresaria. Eso hace que se cribe a la gente y algunos no puedan llegar. Hay que tener la mente fría por el bien de los proyectos y porque estás al frente de unas personas que dependen de ti.
¿Pero hay margen para la improvisación?
Sí, siempre tiene que haberlo en el flamenco porque es una de nuestras identidades y valores más preciados. Improvisamos y salen cosas maravillosas.
Y eso del duende flamenco, ¿qué es?
Para mí, el duende es algo que a veces viene y otras, no. Cuando somos profesionales, sacamos los espectáculos adelante, aunque no venga. Pero si viene, ¡ay!, es como un estado mental que se escapa a tu control. El duende del flamenco lo comparo, con perdón, con un orgasmo. Es un estado muy parecido, como un trance, divino... no está en tu mano. Da igual lo que hayas ensayado. Es algo más espiritual.
Curioso, pero, ¿depende del artista, del público o del lugar?
La retroalimentación es importante, pero es uno mismo. Muchas veces lo provocas tú y tiras del que no está muy bien. Pero puede influir el público y el sitio.
¿Todo vale en el flamenco?
Es un tema peliagudo. No vale todo, pero no porque lo juzgue como más o menos flamenco, sino por un trabajo bien hecho. Este arte no puede estar fuera de las corrientes sociales, políticas o económicas del mundo. Somos una disciplina artística más y nos influye lo que pasa en la sociedad. Es un arte vivo y, si no fuera así, estaríamos cantando como los discos de pizarra o más atrás. El flamenco no se puede atar con cuerdas, pero es importante conocer la base y el origen.
Pero los artistas de ahora no habéis pasado las fatigas de los más antiguos.
Claro, no vivimos una posguerra y no hemos crecido en patios de vecinos. Pero eso no quiere decir que los artistas de esta generación no hayamos sufrido crisis. En todas las casas cuecen habas. Nací en los 80 y me crié en los 90 en un ambiente de bienestar y progreso, pero he tenido lo mío. Parece que nos ha venido todo dado, pero no es así. Tenemos nuestros problemas, crisis y fatigas, que son distintas a las de antes, pero fatigas a fin de cuentas.
Ahora está en un año de plena ebullición creativa, pero ¿qué pasa con los malos momentos? Debe haberlos también.
¿Qué si los hay? ¡Claro, y muchos! Los artistas pasamos por momentos muy buenos, que parece que te vas a comer el mundo, pero siempre vienen bajones y momentos en los que no te encuentras, no viene lo que deseas y te cuestionas tu valía. Yo, por lo menos, los he pasado.
¿Tanto como para querer colgar los zapatos de baile?
Sí. He pensado 'esto no camina, mejor lo dejo, lo enfoco de otra manera o me voy a la producción o lo que sea'. Seguir en este arte, pero de otra forma. Es horroroso porque sientes que tu vida está fuera de control, pero sabes que quieres seguir bailando. Es un conflicto con uno mismo.
Y luego llega la racha buena. ¿Cómo fue colaborar en el anuncio de un perfume de Armani?
Fue una experiencia muy divertida e inesperada. Hice el casting casi corriendo y no le di mucha importancia, pero, al final, me llamaron y lo pasé genial.
¿Hay que enseñar flamenco en los colegios?
Tengo mis dudas. No creo que este empeño del flamenco en los colegios vaya a llegar a nada. Lo mismo que se enseña la música de Beethoven a los niños se debería enseñar también la de la Niña de los Peines. Como cultura y base musical, me parece que puede ser importante, pero de ahí no va a pasar. No creo que así se aficione la gente al flamenco. Tiene que ir por otro camino.
¿Cuál es el camino?
Que haya buenos programas de televisión con buen horario y que se vea una imagen joven del flamenco. Si a un niño de 15 años le pones la Niña de los Peines, no le va a interesar, pero si ve a una joven bailaora en la gala de fin de año... Se tiene una imagen del flamenco con las personas mayores que van a la peña o al festival, que están ahí y son muy importantes, pero el flamenco está lleno de jóvenes. Somos gente normal, usamos las redes, leemos y somos flamencos. El público joven se puede identificar con nosotros.
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