OBITUARIO: "Se nos muere José Regueira, farmacéutico, intelectual y ciudadano cabal. Un esposo y un padre ejemplar. Un amigo", por José Antonio Hernández Guerrero

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Se nos muere José Regueira, farmacéutico, intelectual y ciudadano cabal. Un esposo y un padre ejemplar. Un amigo

En estos momentos de dolor me siento en la necesidad y en el deber de expresar mis sentimientos de admiración, de respeto y de gratitud a José Regueira, un hombre bueno que, además de encarnar el modelo tradicional del farmacéutico humano, humanitario y humanista, ha sido un gallego que, por decisión personal y por aclamación popular, ha llegado a ser un jimenato cabal. Pieza clave de nuestro pueblo, no sólo ha sido un gran profesional, sino también una de las personas de más talla intelectual y de mayor densidad ética de nuestra sociedad. Pensador de las cosas elementales y de la simplicidad de la vida, su reflexión siempre estuvo sustentada en un fondo de honradez y en un sustrato de libertad. Con la eficacia de un trabajo profesional concienzudo, con su elegancia discreta, con sus ilustradas conferencias y con la cordialidad de sus amenas conversaciones ha enriqueciendo nuestro pueblo. 

En estos momentos se despiertan en mí los ecos emotivos de recuerdos gratos y de reencuentros amenos en los que siempre, con modestia y discreción, reflejaba en su rostro la emoción por sus éxitos profesionales, por sus investigaciones históricas y, sobre todo, por sus logros familiares. Con su noble pinta de sabio, José Regueira, suave de gestos y elegante de formas, era el arquetipo del hombre de buenos modales, del caballero de educación esmerada y de trato cortés. 

Controlado emocional y físicamente, tenía algo de esa cortesía retraída de los pensadores, de esa manera de suavizar con el tono de voz el volumen de las cosas que sabía y de esa forma de mitigar con los gestos la autoridad con la que podía decirlas: en todo momento y en todas las circunstancias sabía estar y, sobre todo, sabía ser. Ante el mundo, ante la vida e, incluso, ante la muerte, siempre mantuvo una actitud acompasada y serena, siempre se negó a rendirse ante la adversidad y nadie ha podido decir que era un hombre abatido, triste o desesperado. A todos nos ha asombrado la lucidez con la que ha abordado la enfermedad.

Su vida o, mejor, sus vidas –intensas y dilatadas- constituyen diferentes maneras complementarias de responder a sus múltiples vocaciones. Como hombre reflexivo y apasionado, y como científico e historiador, ha satisfecho las exigencias de un profesional que ha encarnado el modelo de farmacéutico, de escritor, de conferenciante, de esposo, de padre y de abuelo. Su perfil biográfico constituye un mosaico de ricos tonos y de variados matices que están hábilmente entrelazados por los hilos sutiles de la cortesía y estrechamente unidos por los vasos comunicantes de la cordialidad sincera, de la generosidad sin límites y del amor hondo: sus expresiones siempre han reflejado la solidez de su rico mundo interior. 

Con su esposa Keti Mauriz, con sus hijos Víctor, Jesús, Esther y Héctor, con sus familiares y compañeros, somos muchos los amigos que mostramos hoy nuestra pena, nuestra admiración, nuestra gratitud y nuestro cariño. Te seguiremos recordando, querido Pepe, te estamos muy agradecidos.

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