Foto: Portada del expediente personal del brigada de la Guardia Civil Salvador Carrasco Zurita.
El repliegue del puesto de Jimena (I)
Cuando se produjo la
sublevación militar, el brigada Carrasco se encontraba de baja médica
para el servicio desde el día 3 de julio
No se daría de alta, y presionado por las circunstancias, hasta el día 22 de dicho mes
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Cuando el 18 de julio de 1936 se inició la sublevación militar, el municipio de Jimena de la Frontera era el único del Campo de Gibraltar que tenía desplegados tres puestos de la Guardia Civil. El de mayor entidad era el ubicado en la población que daba nombre al término municipal. Los otros dos estaban ubicados en las barriadas de San Pablo de Buceite y San Martín del Tesorillo.
Los tres estaban integrados en una unidad superior, entidad sección, denominada línea, cuyo oficial jefe tenía su despacho oficial en la casa-cuartel de Jimena. Ésta se encontraba ubicada por aquel entonces y desde 1930, en el número 74 de la calle Reina de los Ángeles, travesía principal de la localidad en honor a su patrona. Se trataba de un edificio de propiedad municipal cedido gratuitamente para su uso por el benemérito Instituto.
Hasta el 18 de junio el mando de la línea de Jimena estuvo desempeñado por el teniente Alfredo Fernández Fernández. Pero al ser éste destinado en esa fecha para el mando de la línea de Rota, aquella tuvo que ser agregada a efectos de vigilancia de servicio al teniente Ocón Oscar Ojanguren Alonso, jefe de la línea de San Roque.
El mando accidental de la línea de Jimena le correspondió al brigada Salvador Carrasco Zurita, comandante del puesto de Jimena desde el 5 de junio de 1935. Había nacido el 20 de junio de 1889 en San Roque y estaba casado en segundas nupcias, desde diciembre de 1932, con Amalia Fernández Jiménez, natural de La Línea de la Concepción pero que desde pequeña residía en San Roque, “donde reside la población de Gibraltar”. Tenían una hija llamada Concepción, de tres años de edad.
Carrasco, perteneciente al reemplazo de 1910, había ingresado en el Ejército como soldado de Artillería en 1911, prestando su servicio militar en la Comandancia de Artillería de Melilla. Participó durante los dos años siguientes en diversas operaciones de campaña, ascendiendo a cabo y siéndole concedida la medalla de Melilla y una cruz de plata del mérito militar con distintivo rojo.
Tras ingresar en la Guardia Civil en 1913 estuvo destinado como guardia 2º de infantería en la Comandancia del Norte, perteneciente al 14ª Tercio (Madrid) así como en las de Pontevedra y Tarragona. Ascendido al empleo de cabo, por elección, pasó destinado inicialmente a la Comandancia del Este, perteneciente al 21º Tercio (Barcelona) y seguidamente a la Comandancia de Cádiz donde prestó servicio en diferentes puestos durante una década. En ese periodo contrajo matrimonio y enviudó, no teniendo descendencia.
Al alcanzar en octubre de 1930 el empleo de sargento por antigüedad, fue destinado a la Comandancia de Cádiz, pasando a prestar servicio en el puesto de la capital, donde se sorprendería en abril del año siguiente la proclamación de la Segunda República. Dos años más tarde, el 1º de abril de 1933 prestaría promesa de fidelidad a la bandera ante la enseña nacional del Regimiento de Infantería nº 27, de guarnición en Cádiz, asentado en las murallas de Puerta de Tierra.
A mediados del mes de julio siguiente se incorporó al puesto ubicado en la barriada sanroqueña de Campamento de Benalife como comandante del mismo, si bien apenas estuvo unos meses ya que a finales de de diciembre ascendió al empleo de sargento 1º. Seguidamente pasó al puesto de San Roque, también como comandante del mismo, dónde comenzó a prestar servicio a mediados de enero de 1934.
Tras serle impuesta una sanción disciplinaria por razones ya expuestas en un capítulo anterior y que terminó de extinguir en el mes de mayo de 1935, fue destinado con carácter forzoso a principios del mes siguiente al puesto de Jimena, con igual responsabilidad.
Al inicio del mes de julio de 1936 la plantilla del puesto de Jimena estaba compuesta, además del suboficial citado, por un cabo y dos guardias 2º de caballería así como por dos guardias 1º y cinco guardias 2º de infantería.
El brigada Carrasco era un hombre de salud bastante precaria, tal y como se acredita a lo largo de su hoja de servicios donde constan numerosas bajas médicas por diversas causas así como varias licencias temporales por enfermedad, de unos dos meses de duración cada una. Incluso recientemente había llegado a estar ingresado en el hospital militar de Sevilla.
Hay que significar que en aquella época los miembros del benemérito Instituto solían intentar por todos los medios evitar que un tribunal médico los declarase inútiles para el servicio o excluidos totales, conforme a los cuadros de limitaciones establecidos en la legislación vigente. La razón era muy sencilla. Sin perjuicio del gran amor a la profesión que se pudiera profesar así como el tradicional espíritu de servicio y sacrificio de la Benemérita, la situación económica en la que quedaba el que causaba baja en el Cuerpo por falta de aptitud psicofísica era tan lamentablemente precaria, casi de indigencia, que nadie quería ser objeto de un dictamen desfavorable. La mayoría de aquellos hombres solían tener familia a su cargo, con frecuencia numerosa, a la cual con grandes sacrificios intentaban sacar adelante. Todo ello bajo estrictos parámetros de honestidad.
Es por todo ello que el brigada Carrasco, visto su historial médico, bien seguro que hubiera tenido razones más que suficientes para haber causado baja por problemas de salud y el tribunal correspondiente así lo hubiera dictaminado. Pero muy posiblemente el hecho de haber vuelto a contraer matrimonio y tener una hija de tan corta edad a la que sacar adelante le motivó a continuar en el servicio activo. No podía entonces saber que ello le costaría la vida.
Cuando se produjo la sublevación militar, el brigada Carrasco se encontraba de baja médica para el servicio desde el día 3 de julio. No se daría de alta, y presionado por las circunstancias, hasta el día 22 de dicho mes.
La situación debió ser angustiosa para él. Por una parte, desde el inicio de la sublevación los guardias civiles de Jimena, al igual que en otros muchos puntos del país, habían optado por acuartelarse en defensiva. La carencia de enlace telefónico, como era el caso de Jimena, impedía poder contactar con sus superiores inmediatos que eran el teniente Ojanguren en San Roque y el capitán Miguel Romero Macías, jefe de la Compañía de Algeciras.
La llegada el 25 de julio del sargento Antonio Casablanca Romero con el personal del puesto de Buceite, debió ser más motivo de preocupación que de otra cosa. Tal y como se relató en capítulos anteriores, habían recibido la orden del nuevo jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, para concentrarse en Jimena y ponerse a las órdenes del teniente de Carabineros Manuel Martínez Mora. Éste, era el jefe de la 3ª Sección, con residencia también en la localidad, encuadrada en la 3ª Compañía de Puente Mayorga (San Roque).
El objetivo de todo ello era formar parte de la columna que se iba a enviar desde la provincia de Málaga, para atacar las poblaciones de San Roque y La Línea de la Concepción que se encontraban en poder de los sublevados.
(Continuará)
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