Calle José Antonio Primo de Rivera, hoy calle Sevilla. Ediciones OBA. |
Existieron dos días en Jimena, donde en un instante el pueblo se cerraba y quedaba como un desierto, sin un alma en la calle. Las puertas de los portales se atrancaban por dentro y se retiraba cualquier cartel de la calle que pudiera dar señales de vida en el interior de las moradas.
Hasta la niñería que lo vivíamos con cierto desasosiego teníamos claro lo que ocurría sin tener que preguntar a los mayores. Se trataba, o de la venida a la localidad procedente de Cádiz del fisco -la administración fiscal, lo que ahora es la Agencia Tributaria- o que había un gran incendio en la sierra.
En esta entrada relataré el primer episodio. Cuando Jimena quedaba muerta con todo clausurado, no solo tiendas sino también los bares y demás negocios, con motivo de que se había filtrado con antelación o se había corrido, de boca en boca, con alarma y pánico entre los mayores, que proveniente de Cádiz hacía acto de presencia Hacienda en labor de inspección.
En esta entrada relataré el primer episodio. Cuando Jimena quedaba muerta con todo clausurado, no solo tiendas sino también los bares y demás negocios, con motivo de que se había filtrado con antelación o se había corrido, de boca en boca, con alarma y pánico entre los mayores, que proveniente de Cádiz hacía acto de presencia Hacienda en labor de inspección.
“¡Qué viene el hombre del saco!”, era el lenguaje popular que se empleaba en el pueblo para comunicarse de unos a otros que venía la fiscalía.
Ello obligaba a que interviniera la Guardia Civil, que le iba indicando a esos inspectores de Hacienda los lugares exactos donde se hallaban los establecimientos públicos de ventas que estaban cerrados a cal y canto. Peinaban todo el pueblo, buscando, sobre todo, las tiendas y comercios que no estaban dados de alta, que eran casi todos.
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1 comentario:
Yo recuerdo que se decía que viene la "fiscalía"
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