Impoluto, irrepetible y único. Son los tres elementos indispensables en el vestuario femenino en este tipo de celebraciones.
La niña hará alardes de competición de blancura, y no muy tarde estará deseosa de desprenderse de tanto encaje y gasa; y el niño receptivo para recibir las medallas e insignias que lo hacen merecedor por los méritos contraídos al descubrir mares ocultos con su traje de “marinerito”.
Pero a esa madre, hay algo que la preocupa…
Todo está saliendo a la perfección: viandas por doquier, bebidas carbonatadas y caldos riojanos empatizan con adornos de goma-eva y jarrones florales situados en los centros neurálgicos de las mesas.
¡¡¡ Y venga regalos!!!
¡¡¡ Y el niñ@ loc@ de content@ !!!
Y esa madre, sigue suspirando, siendo un verdadero artífice de un posado irremediablemente obligado.
El padre de la criatura, a estas alturas, casi seguro está medio chispón…
Todo va bien. Ya se ven platos repletos de comida que están sobrando en las mesas. Eso es buena señal.
Tras un profundo suspiro, la madre se sienta en una silla, alerta y atenta de todo lo que se mueve a su alrededor. A ella le faltaba llorar. La sonrisa que ensayaba era lo más hipócrita que iba a hacer debido a las circunstancias, al momento y al evento.
Nadie la comprende…La preocupación que la invadía se tornaba en una realidad que cada vez hacia más daño. Compungida, padeciendo lo indecible y alertando de una solución drástica.
Y entre copa y copa,¡ la gente a bailar!
En su rostro se aprecia un estallido inminente. A veces parecieras que jugaras a la rayuela y sin ningún voluntario para satisfacer tu padecer.
Pero llegó el momento en que el “dique” no pudo soportar tanta presión y tras dos sonoros estruendos se escucharon unas palabras salidas del alma, conciliadoras y balsámicas:
“¡¡¡A tomar por culo los jodidos tacones!!!.
Parecieran misiles tierra-aire cuando esos taconazos de vértigo invaden el espacio aéreo sin definición acertada de aterrizaje.
Es inhumano el padecimiento de las mujeres en este tipo de eventos, desafiando a la ley de la gravedad, poniendo en riesgo sus vidas y siendo chantajeadas con una foto en redes sociales en donde, en la mayoría de los casos, la hipocresía es el zoom más utilizado.
Pero ese “postureo” tiene un precio, y se empieza a pagar cuando los gemelos alcanzan su máxima contracción, donde los tobillos parecen que en cualquier momento sucumbirán a la presión y donde los pies, si pudiesen hablar, callarían con argumentos la banda sonora que ameniza a la algarabía.
Equilibrio constante sobre puntillas invertidas y que sostiene todo un escaparate andante.
Sois verdaderas masoquistas de vuestro propio cuerpo, impregnándolo de un estilismo ocasional.
Pero sólo me voy a atrever a deciros que os pongáis lo que os pongáis, vuestra belleza y vuestro valor, no se viste, no se calza, no se pinta, no se envuelve y no se transforma.
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Imagen de wikipedia.
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