viernes, 24 de marzo de 2017

"Violencia consentida", por Salvador Delgado Moya

En aquella habitación escueta en decoración, el aire de la respiración azotaba la única melodía que producía el silencio.

Lúgubre y fría. En una postura nada convencional y estimulando lo insólito.

Intento calmar mis nervios con imaginaciones arbitrarias pero denotan carencia de concentración.


¡Todo está aquí y es el momento! ¡Ya no hay vuelta atrás!

No tengo nadie a mi lado que me reconforte y me transmita ánimos. De momento, estoy solo…
Me ha invitado amablemente a despojarme de mis vestiduras, me he resignado, he apartado la vergüenza  y he accedido a sus propósitos.

    Mientras más pienso en él, más nervioso me pongo, porque esta soledad momentánea, me está matando.
    Aquella camilla es una biblia de experiencias ocultas y secretas. Profanadora de masculinidad y testosterona.

    Escucho alguna que otra voz que se acerca, en ese momento se enfrentan dos sensaciones opuestas: el miedo y la valentía. La primera protagonizada por la inexperiencia y el desconocimiento y la segunda, porque estoy desparramando dosis altísimas de hombría, redecorada con hipocresía por doquier.

    La puerta se abre… Sin querer mirar, sé que  está justo detrás de mí. Un sudor frío recorre todo mi cuerpo. Su olor es inconfundible y la blancura de su presencia estimula hasta la luz que nos acompaña. ¡Ya no puedo retroceder! Y para más inri, me encuentro físicamente en la misma posición que nuestros ancestros cuádruples, utilizando los brazos a modo de patas delanteras.

    Llegado este momento, los esfínteres quedan a merced de un destino inminente, siendo protagonistas indiscutibles  de la relación amorosa obligada.

    .- ¡Quédate tranquilo!, me dijo.

    .- Al principio te sentirás incómodo, pero pronto todo pasará y sentirás una experiencia nueva que no influirá en tu vida cotidiana, pero hay que hacerlo…

    .- ¡Por favor, relájate! ¡Todo será más fácil!

    El nerviosismo llegó a su éxtasis cuando un invitado se sumó a la orgía, “el látex”…Separador de intenciones y moderador de la escena, entró en acción antes de que me diese  cuenta.

    Un escalofrío recorre todo mi cuerpo, los ojos intentan salirse de su  órbita acomodada, percibo una escasez de aire en mis pulmones y comienzo a sudar descontroladamente…

    Si aquel momento pudiese plasmarse en una fotografía, sería la prueba con más consistencia  y justificación para definir la aberración y la vergüenza  a su más alto nivel.

    Se me nubla la vista. Percibo en mi cabeza cacofonías de culpabilidad y remordimientos.
    .- ¡Que esto termine ya, por favor!

    ¡Al fin terminó!. Siento mi cuerpo liberado. Todo volverá a ser normal, o eso pretendo. La relajación de todo mi cuerpo hace que casi desfallezca. Nadie había desvirgado mis interioridades hasta ahora.

    Mi amante esporádico se despoja de los guantes de látex. Se acerca y me susurra: “Todo bien, su próstata parece que está perfecta”.

    Y sin un mísero arrumaco, ni una triste caricia, ni unos mordisquitos en las orejas…sólo escuché de sus labios: “la próxima cita se la voy a dar para dentro de un año”.

    ¡Y te crees que tú, que yo voy a venir a verte otra vez! ¡Eres un profanador de “mojinos” en serie! Y ese mal sueño, lo recordaré mientras viva… ¡Tened cuidado!, parece inofensivo pero el rato que te hace pasar es denigrante.

    ¡Eso sí! ¡De un plumazo te has cargado mi incontinencia fecal, mis hemorroides y mis posibles fisuras anales!

    ¡¡¡ La puta que parió el proctólogo de los cojones!!!
   
P.D:   Para que no haya ningún tipo de dudas o sospechas, debo decir que los acontecimientos relatados están totalmente desvinculados con el autor de los hechos desarrollados.

                            Fdo. Salvador Delgado Moya
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Imagen de www.youtube.com

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De los hechos desarrollados o de los hechos descritos?

Anónimo dijo...

¡Qué jilipollez, yo he ido varias veces al urólogo para revisiones periódicas, entre otras de la próstata, y al final hasta me gusta recibir al dedito enguantado!

Anónimo dijo...

Esto si es "Violencia consentida" por el Gobierno y sin látex
Pablo Iglesias e Irene Montero defienden en Berlín a los emigrados españoles excluidos por Sanidad
"Es una vergüenza que nuestro gobierno maltrate de esta manera a los exiliados españoles que están en muchos países de Europa y no tienen acceso a una cobertura sanitaria a la que sí tienen derecho", declaraba Pablo Iglesias,