Hasta la mitad de los años cincuenta del siglo pasado, el número de coches que había, sumando Jimena y La Estación, se podía contar con los dedos de las dos manos.
El jimenato Francisco Infante Riquelme, en 1927 con un vehículo de la época. La,emtablemente sigue siendo uno más de los desaparecidos en la contienda golpista de 1936, presuntamente en Pozo Blanco. Fuente: Ediciones OBA.
Para comprar un coche nuevo a estrenar se tenía que esperar varios años tras su pedido. Eso le aconteció a mi padre que tuvo que aguardar un quinquenio desde que en 1954 lo solicitó hasta que le llegara el suyo. Ante las variaciones que se empezaron a operar en el mercado automovilístico daba tiempo hasta para revisar la opción de compra tomada, permutando sobre la marcha una marca por otra.
Así ocurrió en mi casa. Se comenzó al principio eligiendo un coche de importación británica, marca Austin, para acabar solicitando un Seat seiscientos. La decisión se planteó al advertir mi padre durante 1957 en el NO-DO el primer cochecito de ese modelo salido de la fábrica de la zona franca de Barcelona, en una presentación que se hizo a bombo y platillo y que previamente fue retransmitida en directo por la radio. Don años antes, contando, como no podía ser de otra forma, con la presencia del omnipresente Caudillo de España, Francisco Franco, se había inaugurado la nueva fábrica de la Seat en Martorell (Barcelona).
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