Discoteca Jujomai de Tesorillo en 1.974. Foto de Rosa Estorach. |
Enormemente complicado se hace trasladar a la juventud actual qué sucedía hace algo más de medio siglo en aquella España meapilas con respecto a las relaciones entre jóvenes de distinto sexo en la materia que se ha venido a llamar hoy en día: ligar y formalizar pareja.
Más difícil aún, si para explicarlo nos remontamos a un entorno rural, como el municipio de Jimena, donde en aquella época las alternativas para el ocio eran más bien escasas, y por el contrario los prejuicios inculcados por el imperante nacional-catolicismo, muy abundantes.
El cine, yacía como una de una de las escasas opciones de distracción y cultural. No obstante, resultaba impensable que sin el consentimiento familiar una chica y un chico pudieran ir solos a contemplar en la pantalla una película sin la compañía de carabina, término que se utilizaba para definir a quién debía velar por el correcto comportamiento de la pareja a lo largo de la proyección del film, por aquello de que el desarrollo de la función cinematográfica acontece en la oscuridad de una sala, lugar propicio para satisfacer una tentación llamada deseo.
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