Relato publicado en la revista Hércules Cultural número 11, de la Asociación Hércules por las Artes y las Letras.
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VOLVÍA el atardecer a engullir la luz que el sol había desparramado por el mundo. Lo hacía lentamente, reptando, como un animal sigiloso y al acecho; pero su llegada era inevitable, como siempre.
El hombre sintió el descenso de la luz dentro de su casa y, dejando el libro que leía a un lado, se levantó con esfuerzo, oyendo crujir sus articulaciones, y subió a la terraza arrastrando las zapatillas en las baldosas desgastadas por el tiempo. A pesar de su salud, no le importaba hacer aquello como venía haciendo cada tarde.
No se sorprendió cuando vio al pequeño pajarillo posado en el grueso cable negro, que afeaba tanto a las fachadas blancas de las casas. Otra tarde más volvía a estar allí el mismo animalillo que, en cuanto lo vio salir, dio un pequeño salto, como un respingo. Él levantó con esfuerzo su mano y lo saludó, y el otro le respondió aleteando sus alas en un visible gesto de alegría.
"Ojalá pudiera saber qué piensa todas las tardes, para que se me quede así mirando", pensaba él, observando con curiosidad al pequeño animal que, a su vez, lo miraba. "Incluso parece una persona, ahí, en miniatura, engalanado con sus tiznes verdiazules; mirándome como si pudiera pensar y gorjeando como si me estuviera diciendo algo, como si pudiera entender lo que siento por su compañía."
La escasa luz peligró y amenazó con desaparecer por completo, bajo el manto pesado, frío e inexorable de la noche. El pajarillo volvió a trinar mientras lo miraba, despidiéndose de él; entonces, estiró sus alas, las movió de forma delicada, y, de un salto, se marchó hacia donde seguro se cobijaba.
—Hasta mañana, animalillo —dijo él, viéndolo marchar entre los arbustos de los jardines—. Gracias, una vez más, por ser el único que me visita todos los días.
2 comentarios:
Este hombre por fortuna
no está totalmente solo
ya que hay un pajarillo
que antes que la noche caiga
en un cable de la terraza
se posa todas las tardes
par hacerle compañía
y las buenas noches darle.
Hombre y pájaro se entienden,
no hablan el mismo idioma,
pero con la mirada se entienden
y con un… ¡eh! y unas notas
muchas cosas ellos se dicen.
Por cuánto tiempo el viejo tendrá
la visita del polícromo volátil?
Seguro, que no muy largo
ya que muy corta es
del pajarillo la vida
y la del anciano también
la distancia hasta la meta
mengua, se achica y recorta.
Pero bueno, eso no importa
ya que en la amistad como en el amor
cuando a viejo se llega
se vive el día a día
y el futuro, poco importa.
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21.06.16.
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Antonio. -El niño del Corchado-
Que bonitos relatos procedentes de esos dos poetas que da gusto leer.
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