sábado, 21 de mayo de 2016

"El cine de verano en Jimena", por Ignacio Trillo

En primera línea constructiva, el cine de verano
Al fondo en círculo el cine de verano de Jimena
en panorámica del pueblo contemplado desde el
Castillo. Fuente: Ediciones OBA.
Cuando empezaba la temporada de calor, se abría en Jimena el cine de verano. Mientras, la sala de invierno, o sea el cine Capitol, carente de aire acondicionado, inexistente e impensable que existiera o llegara algún día al pueblo, cerraba sus puertas a todos los efectos, con la única excepción de los días que durara la anual feria de agosto.

Ahora bien, con destino a la sala estival a cielo abierto iban espectadores no sólo amantes del Séptimo Arte sino igualmente los que huían de las sofocantes calores que invadían sus hogares, esperando como consuelo que a su regreso se hubieran al menos mínimamente refrescados. 


No obstante, antes de asistir a la función, la mayoría había tenido que hacer sus particulares cuentas dinerarias. Debían de comprobar que pasar por la taquilla y comprar un cartucho de pipas les resultaba más barato que pegarse dos horas consumiendo en los bares. Y es que todas las decisiones que se tomaban en aquel tiempo conllevaban primeramente lo que hoy se llama un estudio de viabilidad económica; o lo que era lo mismo: rascarse el bolsillo para comparar lo que uno se podía gastar según a qué sitio ir. Se atravesaba una época donde todavía duraban grandes penurias.
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