Leído en Diario de Cádiz. Por su interés lo reproducimos.
-INSISTO nuevamente en que, evitando la tentación de promiscuidad, la Universidad ha de servir a la sociedad real y a las personas concretas que, de diversas formas, se unen y se reúnen para lograr diferentes fines culturales, religiosos, sociales, artísticos o, incluso, económicos. Sin miedo a interpelar y sin miedo a ser interpelada, la Universidad ha de superar el narcisismo y, si se me permite la paradoja, ha de abrir la clausura de los claustros por muy tradicionales que éstos sean.
Sí: ha de estar abierta, atenta y curiosa para descifrar lo que está ocurriendo más allá de las murallas de sus claustros. La Universidad no puede ni debe estar atenta sólo a las soluciones que nazcan entre sus propios muros. Nadie tiene hoy el privilegio absoluto ni del saber ni del poder. En un mundo de la distribución y de la dispersión, ninguna clausura institucional tiene sentido ni porvenir, ni siquiera los claustros universitarios.
Aquí, como en otros aspectos de la condición humana, sólo si conocemos críticamente y si establecemos una relación recíproca con la sociedad real -que es "nuestro propio mundo"- lograremos pacificar en cada momento nuestra relación con lo otro y con nosotros mismos. Por eso insisto en que las Ciencias Naturales también han de pedir ayuda a las Ciencias del Espíritu con el fin de que, entre todas, cumplamos la tarea de iluminar la vida de los ciudadanos acumulando grandes dosis de lucidez intelectual y acopiando notables cantidades de coraje moral para reaccionar a tiempo ante las permanentes tentaciones a las que, a veces, sucumbimos cada uno de los especialistas de constituirnos en los únicos modeladores de los seres humanos y los moderadores de la sociedad. La Universidad es, ha de ser, la institución mediadora entre los condicionamientos materiales y el reino del espíritu: ha de ser la intermediaria entre unas exigencias mercantiles y unas metas humanas.
En la Universidad actual hemos de lograr la síntesis armónica, la asimilación nutritiva de los saberes y de las prácticas recibidos, pero, también, de los saberes y de las prácticas nuevos.
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