Este perfil fue leído ayer por su hija Cristina Rubio en el acto de homenaje del Certamen con M de Mujer -Ver noticia-.
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AUNQUE no nos acerquemos demasiado, si contemplamos el luminoso rostro de Cristina, lo primero que advertimos es su irreprimible vitalismo. Y es que, con todos sus sentidos y de manera directa, ella nos expresa sus deseos irreprimibles de seguir aprendiendo para seguir viviendo y, sobre todo, para seguir ayudándonos a todos.
Cristina es, sin duda alguna, una persona intrépida, obstinada y, sobre todo, libre: es una mujer de raza que, convencida de que dispone de tiempo suficiente para recorrer todos los caminos y para alcanzar todas las metas con las que había soñado desde adolescencia, se ha impuesto la obligación de luchar para lograr la felicidad posible y el bienestar compartido con aquellos que la respetan, la admiran y la quieren.
Mujer progresista, sin amargura, sin complejos y sin resentimiento, se empeñó desde muy joven en transformar la realidad más inmediata; por eso siempre ha reclamado sus derechos, ha repelido las injusticias, ha rebatido las desigualdades y ha roto los tópicos machistas; por eso no dudó en iniciar empresas en la que colaboran otras mujeres que, como ella, estaban decididas a abrir nuevos caminos. Aunque posee una sorprendente habilidad para dominar su notable capacidad de disgusto por la tradicional marginación de muchas mujeres, ella se cuestiona las convicciones anacrónicas, critica muchas de las circunstancias adversas que ha vivido y, sobre todo, no duda a la hora de iniciar nuevos caminos. Pero, sobre todo, disfruta soñando con el tiempo nuevo que, en compañía de sus hijos, de sus nietos y de sus amigos, todavía le resta por vivir: fuerza y espíritu le sobran para surcar la larga travesía que va a recorrer.
Desde muy pequeña escuchó una voz que, martilleándole desde lo profundo de sus entrañas le repetía: “vive, vive intensamente”. Finalmente, cuando ya tiene todo el tiempo a su disposición, se decidió a desarrollar todos sus proyectos. No acepta imposiciones y no comprende a las gentes que, abandonándose a las bagatelas de la comodidad, renuncian a luchar para crear unas condiciones más humanas que les permitan vivir –libre y dignamente- el amor a la familia, la amistad con sus compañeras y la convivencia con todos sus paisanos.
Si de lejos, esta mujer inquieta, emprendedora e impaciente, con su mirada limpia y directa -con esos ojos que son pozos profundos de experiencias y fuentes generosas de vitalidad- nos puede dar una impresión de cierta ingenua suficiencia, cuando la tratamos de cerca nos resulta un ser paciente, amable, tierno y, en ocasiones, hasta dulce, que siembra amor, que cultiva la amistad y que cuida su figura con esmero y mide sus gestos con primor. Por eso me uno a todos esos paisanos que se sienten obligados a expresar su sincero agradecimiento por los estimulantes mensajes que, con sus palabras y, sobre todo, con sus hechos, nos sigue lanzando. Gracias, Cristina.
1 comentario:
Gracias Jose Antonio....has descrito a Cristina tal cual, ha sido muy bonito todo lo que has escrito de ella.
Pasamos una tarde llena de momentos muy emotivos... risas...lagrimas.... Fue todo
sorpresa para ella.
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