Érase una vez un lugar llamado Belén donde vivía un niño cuyo padre era carpintero.
Muchas tardes, cuando los deberes de la escuela estaban hechos, bajaba al taller de carpintería y reutilizando maderas, palitos y listones que ya no eran útiles, fabricaba unos juguetes que eran la admiración de todos. Se llamaba Ezequías y tenía 10 años.
Un día, cerca de su casa, nació otro niño, de padre también carpintero, pero eran tan pobres, tan pobres, que vivían en una cuadra y dormía en un pesebre. Se llamaba Jesús.
Ezequías, sin pensarlo dos veces, cogió su cacharro favorito -una carreta con su lanza, ejes y ruedas- y marchó raudo a regalársela. Cuando llegó al establo vio, asombrado, que tres hombres de ropas vistosas y bellos oropeles, ofrecían al recién nacido cosas muy raras: oro, incienso y mirra.
Ezequías, que no se callaba ni bajo agua, les dijo: “los niños no necesitamos riquezas, lujo ni ostentación. Lo que nos hace felices son los juguetes y, como mucho, cuentos para leer”.
Aquellos poderosos señores quedaron pensativos…. meditando…. dos de ellos atusaban sus barbas, el negro se rascaba la coronilla…. Se miraron incrédulos y al fin tomaron una decisión: “A partir de ahora nos dejamos de zarandajas y banalidades !! juguetes y libros de cuentos para Jesús, Ezequías y todos los niños que se hayan portado bien!!
Y, desde entonces, así viene ocurriendo cada 6 de enero.
4 comentarios:
Cortito y ameno.
Muy bien. Se lo leo esta noche a mi hija pues se ha publicado en el día oportuno.
OYYY QUE BONITO.
Pamplinas se llama eso, los modernos le llaman cultura, claro que yo no fumo nada.
Yo le llamo imaginación y sensibilidad con los niños.
Publicar un comentario