Joselito Hernández era un niño sagaz, inteligente, muy simpático, como todos los de su edad impregnado de una bella inocencia. De familia humilde, su padre hombre cabal y trabajador, su jornal a duras penas les valía para que en su hogar no faltara lo esencial, pero con muchas apreturas. Era el menor de tres hermanos, dos mujeres las cuales le aventajaban en años. Nuestro personaje cuando acaeció esta historia contaba seis añitos .La gran ilusión de Joselito por no decir la única, era una bicicleta, pero el precio de una bicicleta en 1955 era prohibitivo para la economía de los Hernández.
Como todo niño, escribió la carta a los Magos de Oriente, con una sola petición, la bicicleta, su hermana viendo la decepción que le venía encima trataba quitarle de la cabeza el deseo, pero él seguía empecinado, a todos los razonamientos, excusas, respondía con la misma frase, este año sí, he sido muy bueno y los Reyes me traen la bicicleta, todos los intentos fueron inútiles para disuadirle.
Llegó la noche esperada, en el pueblo se preparó la tradicional cabalgata, evento sencillo pero emotivo, la encabezaba una comparsa navideña cantando villancicos, portando teas encendidas, jóvenes revestidos de Magos a caballos, otros de pajes a pie, a los que se unían una rehala de mulos cargados de juguetes que los padres con sigilo y sin ser descubierto llevaron a la parroquia perfectamente reseñados para que a lomos de los équidos fuesen repartidos domicilio tras domicilio.
Gerardo el hijo del carpintero uno de los organizadores, socarrón, bromista, un tanto inconsciente, se le ocurrió cambiar la etiqueta del regalo del hijo de don Raimundo, terrateniente el más rico y poderoso del lugar, con la de otro niño escogida al azar, resultando ser la de Joselito. Los reyes de Raimundito no eran otros que una bicicleta, por cierto la única entre todos los regalos, los de Joselito un camión de lata.
La comitiva emprendió la marcha, entregando a cada niño su paquete correspondiente, muy pronto llegaron a la casa de Joselito, cuando el paje le mencionó, el corazón se le aceleró por segundos, comenzó a gritar y a dar saltos de alegría. ,¡ Lo sabía, lo sabía !, los Reyes llegarían con la bicicleta, su madre quedó conmocionada, inmóvil, sin poder articular palabra, no dando fe a lo que estaba ocurriendo, no atinaba a reaccionar, en un pispas Joselito estaba pedaleando feliz y contento , tocando el timbre insistentemente, gritando a todos, ¡mirad que bonita me la han traído los Reyes!. La buena señora no sabía cómo actuar, viendo el estado del niño no se atrevía a desvelar la cruda realidad, por otro lado la bicicleta no era para Joselito.
Pasó un rato antes que se descubriera el desaguisado, una vez conocedor de los hechos don Raimundo montó en cólera, hecho un basilisco recorrió la Calle Mayor, cruzó la Plaza de la Iglesia, encaminándose a la Calle Molinillos, con la intención de recuperar lo que era de su hijo, no sin soltar exabruptos, amenazando con la Guardia Civil, por supuesto que exigiría responsabilidades a los culpables, incluso ante el Juez si fuese necesario.
Nada más llegar a la calle Molinillos se topó con Joselito. El niño emocionado, henchido de felicidad, se dirigió al rico y poderoso señor. Don Raimundo los Reyes me han regalado la bicicleta que les pedí, porque he sido bueno, a todo esto el papa de Joselito, con disimulo lo apartó del lugar.
--- Señor no soy capaz de decirle la verdad a mi hijo, yo le pagaré como pueda, pediré el dinero prestado pero por Dios no le haga añicos la ilusión, que no pierda la inocencia antes de tiempo-, don Raimundo conmovido por todo lo visto, quizá afectado por el espíritu navideño, o porque el papá de Joselito era un trabajador muy bien valorado por el rico empresario, en un ataque de generosidad, cualidad que practicaba más bien poco, le respondió.
-- Mira Hernández, no me tienes que pagar nada porque nada me debes, la bicicleta ha sido un obsequio de los Magos de Oriente a tu hijo, voy a ver que le han traído a Raimundito, no sin ironía prosiguió, me temo que tú lo sabes. Ya me las apañaré con el niño y la madre, no tienes por qué preocuparte,
Joselito en la actualidad pasa de los sesenta, todos los años puntualmente escribe la carta a los Magos. A pesar de los años, sigue teniendo la firme convicción que su primera bicicleta fue un regalo de los Reyes Magos. Por cierto que la vida le deparó la oportunidad de agradecer y compensar a don Raimundo el gesto que tuvo la noche del cinco de enero de 1955. Pero eso da para otra historia.
1 comentario:
Buen relato amigo Francisco,
¿Relato de cuento o, de historias?
Cosa que sólo pasa en los pueblos
y la condición sine qua non
es que, el pueblo se pequeñito
donde todos, se conozcan
y accedan a llevar los regalos
a la Alcaldía o la Iglesia,
para que los Reyes Magos
o en su defecto los Pajes,
la gran noche de la infancia,
entre los niños, y entre los viejos
todos los regalitos repartan.
Dando un poco de realidad
a lo que cree la infancia,
pero yo ya con mi edad
hasta comienzo a pensar
que sí son los Reyes,
sean Magos o de Oriente,
los que nos traen los regalos
a los niños y, a los ancianos
según peticiones hecha
por ellos y por nosotros…en cartas.
Para los que, entre unos y otros están,
entre la niñez y la ancianidad,
quizás sean entre ellos
los que los regalos se hagan.
Pero, para todos los infantes
y para muchísimos viejitos,
esos que están, y viven solitos
que también, reciben sus regalitos.
¿Quién será el que se los manda?
Por más vueltas que le doy
no obtengo otra respuesta:
-Tienen que ser Los Reyes,
ya que hoy día en este mundo,
nadie de ellos se acuerda.
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15.05.16
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Antonio. – El niño del Corchado-
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