SI QUIERES UN CAMBIO POLÍTICO, votar a otro partido es más eficaz que ir a manifestaciones, escraches y mostrar estados de facebook denunciando la corrupción y lo harto que estás de todo.
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Leído en El Psicólogo de Mr Hyde. Por su interés lo reproducimos.
Se acercan las elecciones y no es de extrañar que un cliente, joven, pasional, lleno de ética, sacara a colación el tema con una mezcla de rabia y frustración. Normal, a pesar de todo este discurso neoliberal predominante, querer no siempre es poder. El futuro (y el presente) es un tanto negro por muchas frases motivantes que se diga uno al levantarse y en muchas ocasiones, el talento y el esfuerzo no obtienen la recompensa que merecen.
Esto puede hacer que muchos vean la oportunidad de cambio desde una perspectiva teñida de estos sentimientos. Básicamente, mi cliente venía a decir que quería un cambio pero le daba asco participar de este sistema.
Desde la inteligencia emocional, el asco es una de las seis emociones básicas de todos los seres humanos. Como tal, es potente y nos lleva a alejarnos de la fuente de nuestra repulsa. En su forma más sencilla, podemos observarla en los niños pequeños cuando una comida no les gusta. Al crecer, el asco aquiere nuevos significados y se socializa. Así, nos dan asco ciertos comportamientos, modos de ser que chocan con nuestra escala de valores.
Estos días vengo observando en las redes sociales mucho asco ante el clima político. Como psicólogo social, esto no me sorprende. Tampoco los desmesurados porcentajes de abstención (alrededor de un 60% si se cumplen los pronósticos) que parecen dar las encuestas. Aunque la verdad es que me esperaba otra cosa, a pesar de este sistema anestésico de voluntades. Ya, qué le voy a hacer, soy de los optimistas. Vale que son elecciones europeas. Vale que es difícil que las cosas cambien. Pero desde luego no votar está demostrado que no cambia nada.
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Votar para cambiar. |
Volviendo a la psicología, que es lo mío, hay comentarios en las redes que inciden en frases como:
- No quiero ser cómplice del sistema.
- Quien vota no tiene derecho a quejarse, porque es cómplice de esta farsa. Yo tengo más derecho a quejarme que el que vota.
- Quiero que lean el mensaje de que esta democracia apesta, queremos democracia real y más participativa.
- Ninguno de ellos me representan.
Tirando un poco del análisis transaccional de Eric Berne, pensamiento infantil del niño y el moral del padre confluyen en lo que querríamos que fuera y en lo que creemos que debería ser. Esto puede estar muy bien en determinados momentos, pero en otros nos impide hacer uso la otra tercera vía de pensamiento: el adulto. Es decir, para que sirve esto o lo otro, poniendo los pies en la tierra sin perder de vista nuestro horizonte.
El pensamiento adulto, entre otras cosas, se maneja desde la información y se centra en la utilidad, el lado más práctico sin entrar necesariamente en temas morales y mesurando deseos infantiles. Para equilibrar nuestro procesamiento mental y ampliar nuestro punto de vista entrando en modo adulto, podemos empezar bajando el nivel emocional y buscar información de lo que significa hacer una cosa u otra. Hay un montón de blogs de diversa índole que lo explican muy bien. Un brevísimo resumen de todo lo que hay escrito:
- Votar en blanco: introducir en la urna un sobre sin papeleta, no marcar ninguna opción. Si bien en las elecciones generales españolas o autonómicas esto perjudica a los partidos minoritarios, al elevar el número de vosotos necesarios para obtener escaños; en este caso al ser europeas.
- Voto nulo: aquél que contiene una alteración o anomalía con respecto al voto estándar. Ya sea por el sobre, que contenga algún tachado, más de una papeleta… Estos votos no cuentan para ninguna clase de conteo. No favorecen ni perjudican.
- Abstención: no ejercer el derecho a voto. Al no haber votos que sumar, así que no afecta a los resultados directamente. Eso sí, está comprobado que altos porcentajes de abstención suelen beneficiar a los partidos de derecha por tener un electorado que en esto no falla.
Ante esta información, hay una pregunta importante que podemos hacernos para analizar la información. ¿Cuál es nuestra intención? Si, como mi cliente, el objetivo es el cambio, hay algunas conclusiones asépticas:
1.- Votar en blanco. Si bien es un buen gesto y puede querer decir que no estamos de acuerdo con el sistema actual. Claro que también puede ser que nos da igual qué partido gobierne. Es lo malo, los silencios, que es lo que viene a ser el voto en blanco, están sujetos a mucha interpretación. Y ya sabemos la capacidad de interpretar la voluntad de la ciudadanía que tienen los políticos. Utópica posibilidad de cambio.
2.- Voto nulo. Tirar de creatividad y meter una rajita de chorizo puede tener mucha gracia. Pero no vale de nada en la práctica. El chorizo, al bocata o a la cárcel. No a la papeleta. Nula posibilidad de cambio
3.- Abstención.- No participar por motivos diversos. Puedes querer enviar el mensaje del cambio, “esto me da tanto asco que no participo”. Claro que también puede ser achacado a que te quedaste en casa con resaca. Como sucede con el voto en blanco, lo malo es que puede ser interpretado nuevamente por nuestros queridos políticos dominantes como les venga en gana. Teniendo en cuenta lo que ocurre en otros países como EE.UU. , donde a veces la abstención sería el partido dominante… es posible concluir que esto no cambiará nada. Habrán leído el mensaje que les envía la ciudadanía, se echarán la culpa unos a otros y blablabá…
A este respecto, gracias a los comentarios de los lectores actualizo: hay una formación que se llama Escaños en blanco, para que esos votos disconformes tengan su reflejo parlamentario. Puedes ver su programa aquí.
Una vez que tenemos la información y hemos subido el volumen al yo adulto (sin olvidarnos de los otros, ojo), podemos darnos nuevos argumentos frente a esas afirmaciones irracionales. Si realmente queremos un cambio y no sólo tener razón (todo es una mierda, ajá), podremos trasformar ese asco en una acción que realmente nos aleje de la fuente que nos lo provoca. Además, disfrutando de la maravillosa sensación de hacer que nuestros valores vayan a nuestro favor y no en nuestra contra. Y esto acto, damas y caballeros, no es otra cosa que votar.
Has nacido dentro del sistema. A no ser que vayas a una cueva en medio de la nada, serás un cómplice, silencioso, quejumbroso y cansino. No hay nada más del sistema que ser contrasistema. Las elecciones son un proceso de comunicación. Si quieres cambiar algo, envía un mensaje alto y claro con tu voto. Vota a un partido minoritario, hay posibilidades de sobra. Un voto no es interpretable, no se puede manipular ni negar. Si quieres tómalo como un experimento, a ver qué pasaría si ese 60% de abstenciones vertiera su hartazgo en forma de un voto diferente. Una alta participación apoya las peticiones de una democracia más presente, participativa y directa. Cosa que pierde fuelle si un 60% de los votantes pasan de ejercer su derecho.
Si quieres un cambio, votar a otro partido* es más eficaz que ir a 306´6 manifestaciones, 105 escraches y 1.090.876 estados de facebook denunciando la corrupción y lo harto que estás de todo. Si no votas, es posible que obtengas tu pequeña (e inútil) victoria moral. El resto perderemos. Y en la práctica serás igual de cómplice de que ganen los de siempre.
*Según la Universidad de Miskatonic
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