El escritor colombiano Gabriel García Márquez "Gabo" ha fallecido en Méjico, a los 87 años de edad.
El autor de "Cien años de Soledad", creador del "realismo mágico", y Premio Nobel de Literatura, es probablemente el escritor más reconocido y más importante de la lengua castellana de todos los tiempos.
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20 FRACES CÉLEBRES DE GARCÍA MÁRQUEZ
de La Vanguardia. -
“El día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo”.
El otoño del patriarca.
“Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra”.
La mala hora
“Le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudas de ambos, y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde el principio para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado”.
El amor en los tiempos del cólera.
“Pues bien: todo eso es cierto, pero circunstancial”, dijo, “porque todo lo he hecho con la sola mira de que este continente sea un país independiente y único, y en eso no he tenido ni una contradicción ni una sola duda”. Y concluyó en caribe puro: “¡Lo demás son pingadas!”.
El General en su laberinto.
“La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Vivir para contarla.
“El oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página”.
Cómo comencé a escribir, en Yo no vine a decir un discurso, recopilación de discursos del Nobel, 2010.
“Su nerviosismo era manifiesto cuando el profesor Gyllensten habló en sueco antes de volverse al colombiano costeño que se puso en pie y miró ante el mundo entero con los mismos ojos relucientes de aquel desventurado muchacho del colegio San José de Barranquilla (...)”.
Gerald Martin, en el libro Gabriel García Márquez, una vida.
“Desde antes de que empezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el mundo”.
La soledad de América Latina. Discurso de aceptación del Nobel.
“... Se tendieron en la cama, uno al lado del otro, y compartieron sus rencores, mientras el mundo se apagaba y solo iba quedando el cositeo del comején en el artesonado”.
Del amor y otros demonios.
“Pero nunca se sintió bien entre los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas, en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un sentimiento de piedad”. La prodigiosa tarde de Baltazar.
Los Funerales de Mama Grande.
“De pronto notó que se le había derrumbado su belleza, que llegó a dolerle físicamente como un tumor o como un cáncer. Todavía recordaba el peso de ese privilegio que llevó sobre su cuerpo durante la adolescencia y que ahora había dejado caer (...)”.
Cuento Eva está dentro de su gato.
“La novela es como el matrimonio: se lo puede ir arreglando todos los días, y el cuento es como el amor: si no sirvió, no sirvió”.
Gabriel García Márquez, una vida, de Gerald Martin.
“El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”.
El mejor oficio del mundo, discurso ante la asamblea número 52 de la SIP.
“El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: -Mierda”.
Final de El coronel no tiene quien le escriba.
“Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”.
Cien años de soledad.
“Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose indefinidamente, consumiéndose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto, pero sin acabar de acabarse jamás”.
Cien años de soledad.
“Amaranta (...) creyó que la había picado un alacrán.
-¡Dónde está! -preguntó alarmada.
-¿Qué?.
-¡El animal! -aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón
-Aquí-dijo”.
Cien años de soledad
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CRÓNICA DE SUS DOS DÍAS EN CÁDIZ
en Europa Sur.
El autor no ocultó su entusiasmo al visitar en 1997 la biblioteca de Federico Joly, en la sede de 'Diario de Cádiz'
Ana Rodríguez Tenorio
Corría el mes de noviembre de 1997 cuando, de la mano del entonces presidente Felipe González y de la diputada por Cádiz Carmen Romero -y seguramente animado por su gran amigo y colega Álvaro Mutis, que había recibido el título de Hijo Adoptivo de la provincia-, Gabriel García Márquez aceptó la invitación del presidente de la Diputación, Rafael Román, para realizar una visita privada a la ciudad acompañado de su esposa, Mercedes Barcha. Fueron dos días que constituyeron una experiencia realmente emocionante y provechosa para todos los que tuvimos la oportunidad de compartirla.
Un Gabo afable, cercano y comunicativo echó por tierra durante esos dos días gaditanos la fama de reservado e inaccesible que con frecuencia acompañó al premio Nobel colombiano. Como el buen periodista y bibliófilo que era, no estaba dispuesto a perderse la visita al centenario Diario de Cádiz y a la biblioteca de Federico Joly Höhr, que le mostró algunos de sus ejemplares más interesantes, sobre los que ambos mantuvieron una relajada, cordial y enjundiosa conversación, a la que asistimos como espectadores privilegiados varios periodistas del periódico, apiñados en la puerta que daba acceso al pequeño despacho que antecedía a la biblioteca, donde se celebraba la reunión.
Como si fuera ayer mismo, recuerdo el gesto de agradecida sorpresa del escritor cuando, admirando una primera edición de la Imprenta Real de la Constitución de 1812, preguntó sobre el nombre del propietario original del libro que aparecía escrito en él y Federico le contestó "desde ahora es Gabriel García Márquez". Gestos y exclamaciones que se repitieron a medida que iban pasando por sus manos otros tesoros bibliográficos, que el premio Nobel examinaba y acariciaba con esa detenida curiosidad que sólo poseen los amantes de los libros.
Llamó su atención especialmente una edición de 1772 de La conjuración de Catilina, de Salustio, y varias obras encuadernadas en el prestigioso taller gaditano de la familia Galván, cuyo exquisito trabajo elogió el matrimonio, hasta el punto de que Mercedes Barcha afirmó que iba a encargar a los artesanos gaditanos la encuadernación de los ejemplares que guardaba de la primera edición de Cien años de soledad. Comentó entonces Gabo que desconocía que su esposa conservara aún esas primeras ediciones "aunque -dijo- sé que esconde mis libros en algún lugar de la casa para evitar que yo acabe regalándolos todos".
El premio Nobel de 1982, que finalizaba ese día su corta pero fructífera visita a la Cádiz, se despidió del Diario prometiendo que "vuelvo a Cádiz y me tenéis que dejar en esta biblioteca un día entero". Lamentablemente no pudo ser, pero también es cierto que esos dos días gaditanos de García Márquez dieron para mucho, porque en la jornada anterior el alrededor de medio centenar de personas -escritores, artistas, profesores, periodistas- que asistimos al encuentro con el escritor celebrado en la Diputación nos quedamos para siempre con la sensación de haber vivido una experiencia inusualmente rica y desde luego irrepetible. Porque fueron dos horas en las que el autor de El coronel no tiene quien le escriba, generalmente huidizo de todo acto público, en un diálogo distendido con los presentes -a cuyas preguntas y observaciones respondía como si de una conversación informal entre amigos se tratase- desveló los entresijos de sus obras, de su manera de escribir y revisar los originales, de su guerra con los editores para conseguir corregir sobre las últimas pruebas, de sus manías, de su terror ante el folio en blanco o de las raíces autobiográficas de sus obras y personajes.
Gabo se confesó autodidacta -"no recuerdo ninguna regla gramatical"- tanto en la escritura como en la música y al referirse a la musicalidad de su prosa destacó el valor que tiene en ella la tradición oral: "Aprendí a narrar oyendo a las abuelas y escuchando los vallenatos, que fueron en su origen canciones de divulgación de noticias, por cantantes populares, en las fiestas de los pueblos". A este respecto observó que Cien años de soledad es un vallenato, mientras que El amor en los tiempos del cólera es un bolero. Por cierto que afirmó estar convencido de que si le iban a recordar por un libro sería por éste último: "por uno que habla del amor y los sentimientos de una mujer"
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