"Joaquín Díaz cumple cien años", por José Antonio Hernández Guerrero

El sampableño Joaquín Díaz cumple cien años.

Las personas “bien nacidas” y, sobre todo, las que han llevado una existencia “bien vivida” se caracterizan por su notable facilidad para dar las gracias por los beneficios recibidos y por su permanente disposición para reconocer que los esfuerzos que han desarrollado e, incluso, los sacrificios que han soportado les han proporcionado un “bien estar” que les genera un profunda y contagiosa alegría. No es extraño, por lo tanto, que, en la celebración del centenario del nacimiento de Joaquín Díaz, nos reunamos con él para mostrar nuestro agrado por haberlo conocido y nuestra satisfacción por haber compartido con él y con su familia una parte de las experiencias en algunos de los momentos de su dilatada y fecunda vida. 

“Dar las gracias” es, a mi juicio, la función más bella, más beneficiosa y más gratificante de las que realizamos los seres humanos porque revela los sentimientos más profundos y más nobles, porque nos ayuda a saborear la vida y a expandirla, porque aumenta la amistad e incrementa la alegría y el amor.

Ésta es una oportunidad para expresar nuestro respeto, nuestra admiración y nuestro afecto  a este hombre bueno, cariñoso, sencillo y laborioso, que decidió vivir, trabajar y crear una familia en San Pablo de Buceite y que, con su sobriedad, con sus silencios y con su discreción nos ha proporcionado importantes lecciones de caballerosidad. Y es que Joaquín Díaz, en el atardecer de su dilatada vida, sigue siendo fiel a sus convicciones, mostrando toda la verdad que lleva dentro y explicando, sin necesidad de emplear palabras, esos valores que lo hacen digno de ser reconocido, respetado, admirado y, en la medida de lo posible, imitado.

Creo que ésta es una buena ocasión para sacar a la luz esas virtudes sencillas que dotan de consistencia y proporcionan solidez a la vida normal de un hombre que, entregado a su trabajo y a su familia, ha vivido durante un siglo y ha convido, sufrido y disfrutado con nosotros. Por eso me sumo a este merecido homenaje que sus familias y amigos le brindan y que, además de significar un reconocimiento de sus cualidades humanas personales, valora positivamente su larga, digna y plena vida y nos descubre la gratitud de su esposa María, de sus seis hijos, de sus nietos y de los demás miembros de su amplia familia, y evidencia la sincera amistad de las personas que lo hemos tratado.

Con la asistencia a la Eucaristía que mañana sábado se celebrará en la Parroquia expresaremos la alegría que muchos experimentamos por haber sido testigos de sus esfuerzos para proporcionar bienestar y disfrute a su familiares, y por contribuir al crecimiento de San Pablo de Buceite. Este sencillo homenaje es una proclamación explícita del aprecio, de la admiración y de la gratitud que profesamos a un paisano que encarna unos valores que nos enriquecen a todos, que nos honran, que nos señalan unos caminos y que, en cierta medida, nutren nuestra conciencia solidaria y estimulan nuestros deseos de crecer porque, efectivamente, la bondad nos alarga la vida.

Somos muchos los amigos que hemos podido comprobar cómo Joaquín, en estos tiempos veleidosos y agitados, sigue serenamente esa recta y empinada trayectoria que él mismo se trazó en su juventud, cómo sigue soñando con ese mundo en el que convivamos pacífica y armoniosamente, y en el que, unidos, trabajemos para hacer desaparecer las escenas de dolor, de sufrimiento y de pobreza. Joaquín es un documento vivo de un pasado que no se ha esfumado, sino que constituye las semillas de algunos de los frutos que hoy paladeamos. A él, a su esposa, a sus hijos y a sus nietos les deseo muchísimas felicidades y los abrazo cordialmente.
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*** José Antonio Hernández Guerrero es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.

Hernández es amigo de la familia de Joaquín desde hace cicuenta años, desde su época como "Padre Hernández", primer párroco de San Pablo de Buceite.