"Seguimos afrontando problemas graves, pero habría razón para abrigar la esperanza de un progreso moral".
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Como los titulares diarios se centran en la guerra, el terrorismo y los abusos de gobiernos represivos y en dirigentes religiosos que se lamentan de la decadencia de las normas de comportamiento público y privado, resulta fácil tener la impresión de que estamos presenciando un desplome moral, pero creo que tenemos motivos para ser optimistas sobre el futuro.
Hace treinta años escribí un libro titulado 'The Expanding Circle ('El círculo en expansión'), en el que afirmé que, históricamente, el círculo de seres a los que aplicamos la consideración moral se ha ampliado, primero de la tribu a la nación, después a la raza o al grupo étnico, luego a todos los seres humanos y, por último, a todos los animales no humanos. No cabe duda de que se trata de un progreso moral.
Podríamos pensar que la evolución produce la selección de personas que solo piensan en sus propios intereses y en los de sus allegados, porque los genes correspondientes a esos rasgos tendrían más probabilidades de extenderse, pero, como sostuve entonces, el desarrollo de la razón podría orientarnos en una dirección diferente.Hace treinta años escribí un libro titulado 'The Expanding Circle ('El círculo en expansión'), en el que afirmé que, históricamente, el círculo de seres a los que aplicamos la consideración moral se ha ampliado, primero de la tribu a la nación, después a la raza o al grupo étnico, luego a todos los seres humanos y, por último, a todos los animales no humanos. No cabe duda de que se trata de un progreso moral.
Por una parte, tener la capacidad de razonar confiere una evidente ventaja evolutiva, porque hace posible resolver problemas y hacer planes para evitar peligros, con lo que aumentan las perspectivas de supervivencia. Por otra parte, la razón es, sin embargo, más que un instrumento neutro para la resolución de problemas. Es más que nada como una escalera mecánica: una vez que subimos a ella, podemos llegar a alturas que nunca esperábamos alcanzar. En particular, la razón nos permite ver que otros, que antes estaban fuera de los límites de nuestra concepción moral, son como nosotros en aspectos importantes. Así, pues, excluirlos de la esfera de los seres a los que debemos consideración moral puede parecer arbitrario o simplemente injusto.
El reciente libro de Steven Pinker, 'The Better Angels of Our Nature' respalda con fuerza esa opinión. Pinker, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, parte de investigaciones recientes de historia, psicología, ciencia del conocimiento, economía y sociología para sostener que nuestra época es menos violenta, menos cruel y más pacífica que ningún período anterior de la existencia humana.
La disminución de la violencia es aplicable a las familias, a las barriadas, a las tribus y a los Estados. Esencialmente, los seres humanos que viven actualmente tienen menos probabilidades de padecer una muerte violenta o sufrir violencia o crueldad a manos de otros, que sus predecesores de cualquier siglo.
Muchos pondrán en duda esta afirmación. Algunos tienen una opinión halagüeña de las vidas más sencillas y supuestamente más plácidas de los cazadores-recolectores tribales en comparación con la nuestra, pero el examen de los esqueletos encontrados en emplazamientos arqueológicos indica que nada menos que el 15 por ciento de los seres humanos prehistóricos padecieron una muerte violenta a manos de otra persona. (En comparación, en la primera mitad del siglo XX, las dos guerras mundiales causaron una tasa de muerte en Europa de no más del tres por ciento).
Incluso los pueblos tribales ensalzados por los antropólogos como "suaves" -por ejemplo, los semais, de Malasia, los kungs del Kalahari y los inuits del Ártico central- resultan tener tasas de asesinatos comparables, en relación con la población, a las de Detroit, que tiene una de las más elevadas de los Estados Unidos. En Europa, la posibilidad de resultar asesinado son actualmente diez -y en algunos países, cincuenta- veces menores que lo que habrían sido, si hubiéramos vivido hace 500 años.
Pinker acepta que la razón es un importante factor subyacente a las tendencias que describe. Para apoyar esa afirmación, cita el "efecto Flynn": el notable descubrimiento del filósofo James Flynn de que desde que se hicieron las primeras pruebas de cociente intelectual los resultados han aumentado considerablemente. El cociente intelectual medio es, por definición, 100, pero, para lograr ese resultado, hay que normalizar los resultados en bruto. Si un adolescente medio de hoy hiciera la prueba del cociente intelectual en 1910, obtendría un resultado de 130, que sería mejor que el del 98 por ciento de los que la hicieran con él.
No es fácil atribuir ese aumento a la mejora de la educación, porque los aspectos de las pruebas en los que los resultados han aumentado, mas no requieren un buen vocabulario ni capacidad matemática siquiera, sino capacidad de evaluación mediante el razonamiento abstracto.
Una teoría es la de que hemos mejorado en las pruebas de cociente intelectual porque vivimos en un medio con mayor abundancia de símbolos. El propio Flynn cree que la difusión del modo de razonamiento científico ha desempeñado un papel.
Pinker sostiene que una mayor capacidad para razonar nos capacita para distanciarnos de nuestra experiencia inmediata y de nuestra perspectiva personal o limitada y formular nuestras ideas en términos más abstractos y universales, lo que, a su vez, propicia mejores compromisos morales, incluida la evitación de la violencia. Esa clase de capacidad razonadora es precisamente la que mejoró durante el siglo XX.
Así, pues, hay razones para creer que nuestras mejoradas capacidades de razonamiento nos han permitido reducir la influencia de los elementos más impulsivos de nuestra naturaleza que propician la violencia. Tal vez a eso se deba la importante reducción de muertes infligidas por la guerra desde 1945 y que se ha intensificado aún más a lo largo de los veinte últimos años. En ese caso, no se podría negar que seguimos afrontando problemas graves, incluida, naturalmente, la amenaza del catastrófico cambio climático, pero, aun así, habría razón para abrigar la esperanza de un progreso moral.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
PETER SINGER
Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton. Algunos de sus libros son 'Animal Liberation' ('Liberación animal'), 'Practical Ethics' ('Ética práctica'), 'The Expanding Circle' ('El círculo en expansión') y 'The Life You Can Save' ('La vida que puedes salvar').
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