lunes, 5 de diciembre de 2011

Palabras de moda 33: Diciembre

Por José Antonio Hernández Guerrero                                                     
La palabra "diciembre" procede de la latina december y ésta de decem que significa diez. Recordemos que el actual mes de diciembre, el último del año, era el décimo en el calendario romano hasta que se introdujeron los meses de Julio y Agosto en honor de los emperadores Julio César y Augusto. En el calendario de Rómulo este mes constaba de treinta días, Numa lo redujo a veintinueve y Julio César lo aumentó hasta los treinta y uno que aún conserva.
El emperador Cómodo intentó, sin éxito, cambiarle el nombre por el de Amazona, en honor a una dama cuyo retrato llevaba en un anillo. En este mes se celebraban las Saturnales, fiestas con las que los romanos honraban a Saturno, dios de la tierra y de las semillas. Duraban siete días y eran un retorno a la antigua y dichosa Edad de Oro. Durante esas jornadas de regocijo y de libertad, se suspendían las luchas, las batallas, se aplazaban los suplicios, vacaban los tribunales y, recordando la antigua igualdad de los hombres, los esclavos se sentaban a las mesas y eran servidos por sus amos.
Marcial califica a este mes de "canoso", Ovidio lo llama "gélido" y "fumoso", los sajones lo identifican como "winter-monat" -mes del invierno- y "heligh-monat" -mes santo- porque en él se celebra el nacimiento de Jesús en Belén de Judá y el comienzo de la era cristiana.
En nuestra sociedad actual, diciembre es el mes de la lotería, del consumo por excelencia y de los ritos tradicionales: "del beben y beben y vuelven a beber", del Nacimiento con el portal y la posada, con los ríos de plata, las montañas de corcho, los pastores de barro y del Árbol de Navidad con las lucecitas de colores, de los polvorones, los pestiños y el turrón de Jijona, del Anís del Mono y del Coñac Fundador, de los regalos de empresas rumbosas, de las comidas opíparas con los compañeros de trabajo, de las cenas familiares. De los encuentros, de los reencuentros y de los desencuentros familiares.
A pesar del bullicio y del jolgorio, es el mes de los buenos deseos, de las reiteradas promesas, de la memoria y, por lo tanto, de la nostalgia, porque, como lo hacían los romanos, volvemos la mirada hacia atrás para recordar lo que perdimos; para recuperar, purificada, una parte de la vida pasada y para reinterpretarla desde el presente. Opino que, cuando contamos el pasado, lo revivimos transformado, y me atrevo a afirmar que, cuando nos olvidamos de los malos momentos, también damos pruebas de gozar de una buena memoria. Tengo la profunda impresión de que sólo alcanzamos la verdad humana de los hechos, cuando nos hemos distanciado de ellos en el tiempo o en el espacio, cuando los recordamos, los contamos y los celebramos con quienes merecen nuestra confianza. Sólo conocemos al árbol, cuando saboreamos sus frutos.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista

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