La palabra “noviembre” procede de la latina “november” y significa el noveno mes. Éste era su lugar en el antiguo calendario romano que constaba de diez meses. En nuestro almanaque, como todos sabemos, a pesar de mantener el nombre, ocupa el lugar undécimo.
Noviembre fue uno de los meses más importantes en las celebraciones religiosas romanas. Estaba consagrado a Diana, y empezaba con un banquete ofrecido a Júpiter y con juegos circenses. Del 4 al 17 se celebraban los juegos Plebeyos, instituidos el año 534 de Roma por la reconciliación de los patricios y plebeyos. El día 5 se hacían sacrificios a Neptuno, cuyos juegos duraban ocho días. Y el 24 se celebraban la fiestas Brumales o del invierno, en obsequio de Baco, conocido en aquella ocasión con el título de Brumus.
En la actualidad este mes comienza por dos fiestas de origen religioso, que lo caracterizan socialmente: La Fiesta de Todos los Santos y El Día de los Difuntos. La primera es una de las más antiguas conmemoraciones del santoral cristiano. Fue instituida en el 731 por el papa Gregorio III que le consagró una capilla en la basílica de San Pedro. Odilón, abad de Cluny, fue el primero que tuvo la idea, hacia finales del siglo IX, de añadir a esta festividad oraciones por los difuntos.
Si consideramos las prácticas de la mayoría de los ciudadanos, hemos de reconocer que las dos fiestas se han alejado notablemente de la naturaleza cristiana de sus comienzos. La Fiesta de Todos lo Santos, al menos en nuestra Provincia, se ha convertido en “Los tosantos”, la Fiesta de los Mercados de Abasto, y El Día de los Difuntos en la “Fiesta de los Cementerios”. Los Tosantos es un Carnaval cuyos protagonistas son las frutas son convertidas metafóricamente en animales y los animales transformados en personajes humanos: los pollos vestidos con trajes de luces, emulan el paseíllo de “El Juli” o de “El Cordobés” en la Plaza de Toros de El Puerto, los cerdos, tocando el bombo y la caja, representan a Aznar o a Zapatero, una pava con peineta y con uno de los “fulares” de Teófila, saluda desde el balcón del Ayuntamiento, y un grupo de patos despeinados, emula los éxitos de la Operación Triunfo. Aunque los “huesos de santos”, los buñuelos y los panellets se consumen como los dulces típicos de este día, Los Tosantos constituyen, sobre todo, la exaltación de las frutas y, de manera más concreta, de las castañas y las nueces.
En la Fiesta de los Cementerios -hoy nuevamente llamados con el nombre griego de “necrópolis”-, los nichos y las tumbas se exornan con crisantemos, gladiolos, rosas y claveles, y, para suavizar las penas y para aliviar el cansancio de tanto limpiar, los familiares de los difuntos, animosos y compungidos, disfrutan de una abundante merienda. Algunos fieles piadosos, incluso, asisten a la Santa Misa o rezan el Santo Rosario con la letanía lauretana.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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