martes, 28 de junio de 2011

Palabras de moda 22: Junio

Por José Antonio Hernández Guerrero.
“Junio” -el sexto mes del año gregoriano y el cuarto de los antiguos romanos- es el final de curso académico, la terminación de la temporada futbolística, la conclusión del año político, la época de la recolección de los frutos agrícolas y el tiempo de la recogida de los resultados escolares. Es el mes las espigas, de los melones, de las sandías, de las calabazas y, también, del agua y del fuego. Recuerden el rito de las hogueras de San Juan -la fiesta de los juanillos- que, tan arraigado en toda la Comunidad Valenciana, se ha extendido por el resto de nuestra geografía española.
El mes de junio comprendía en un principio veintiséis días, a los que Rómulo agregó cuatro; después, Numa quitó uno y, por fin, Julio César le restituyó los treinta que ahora tiene. Del 21 al 22 de este mes entra el sol en el signo Cáncer y empieza el estío para el hemisferio boreal y el invierno para el austral. Junio es el tiempo del “verano” que, propiamente, es el comienzo del estío (vernun en latín significa “primavera”). Recuerden que Cervantes en su Quijote dice: “A la primavera sigue el verano, al verano el estío, al estío el otoño y al otoño el invierno, y al invierno la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua”.
La palabra castellana “junio” procede del término latino “junius”. Algunos autores opinan que deriva de “juvenibus” o de “junioribus” -los jóvenes- porque, según Macrobio, los romanos habían dedicado este mes a la juventud que servía a la guerra; otros historiadores sostienen que su origen hemos de situarlo en el nombre de Marco Junio Bruto, uno de los que asesinaron a César; pero, según la opinión de los estudiosos más acreditados, deriva de la diosa Juno.
Ovidio, por ejemplo, en su libro V de sus Fastos, hacer decir a aquella diosa las siguientes palabras: Junius a nostro nomine nomen habet (Junio obtiene su nombre del nuestro). El mito de esta diosa desempeña un importante protagonismo en la Iliada y en la Eneida, y se extendió en gran parte de Occidente hasta penetrar en las costas del norte de África. Es la diosa principal de la antigua Roma y se identifica con la diosa Hera de los griegos.
Como diosa romana, es la versión femenina del dios Júpiter; de ahí que estuviera considerada como la reina del cielo. Era también la protectora, especialmente, del sexo femenino y recibía cultos bajo una gran variedad de epítetos como, por ejemplo, Virginalis -diosa de las doncellas-, Matronalis -diosa de las matronas-, Natalis -diosa de los nacimientos-. Sus bodas, a las que asistieron todos los dioses del cielo y de la tierra, se celebraron con una extraordinaria magnificencia, y sólo falto la ninfa Quelonea quien, en castigo, fue convertida en una tortuga. De su nacimiento nacieron Hebe y Vulcano. Juno presidía los matrimonios y protegía la salud; era la diosa de las mujeres castas, mientras que Venus, por el contrario era la bienhechora de las cortesanas.
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***Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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