Abril -el cuarto mes del año en el calendario Gregoriano- era primitivamente el segundo en el calendario de Rómulo que, como hemos dicho en anterior ocasión, empezaba en Marzo y constaba de diez meses. Después, Numa Pompilio agregó los meses de enero y de febrero para hacer coincidir el año civil con el solar.
El nombre deriva de la palabra latina “aprilis” que es una contracción de “aperilis” del verbo “aperire” que significa “abrir”. El lenguaje popular y la literatura culta consideran a este mes como el símbolo de la juventud: los jóvenes, más que años, cumplen abriles y los autores clásicos como, por ejemplo, Garcilaso de la Vega, Pedro Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Tirso de Molina, Moratín o Juan Valera califican a los años juveniles de floridos, lozanos y tempranos.
Aunque la primavera ya entró en la segunda quincena de marzo, es en este mes de abril cuando el “primer verano” -primus-vere de los latinos- y el primer tiempo -prin-temps de los franceses- alcanza toda su fuerza y su pleno esplendor: es la época en la que, según afirman los especialistas, todos los seres vivos -las plantas, los animales y los seres humanos- adquieren su mayor vigor y su hermosura más cuajada.
Luis Felipe Monlau, en su obra Higiene privada, afirma que el mes de abril “es la juventud del año, la época de la de la animación, de la expansión y del júbilo general: sus días, en los que la temperatura es placentera y higiénica, constituyen una cadena de flores que enlaza los intensos hielos del invierno con los ardorosos fuegos de la canícula. Bajo su dominio desempeña el cuerpo todas sus funciones con facilidad y con energía, gozando de cierto delicioso bienestar. La estación de la primavera es generalmente la más favorable para todas las edades y temperamentos; en ella suelen hallar casi todos los individuos su temperatura higiénica especial”.
Abril es un mes tradicionalmente lluvioso –“en abril aguas mil”- y uno de los más importantes para el éxito de las faenas agrícolas. Según los juicios de los campesinos experimentados, de su comportamiento meteorológico dependen la abundancia de los frutos y la calidad de las cosechas. Los manuales escolares antiguos nos enseñaban que en este mes se plantaban las acelgas, las calabazas, las alfalfas, los melones, el maíz, el cáñamo, los guisantes, las judías, los pepinos, el perejil y las sandías. También nos explican que en este mes, se destetaban los corderos nacidos en Navidad y en el que se vendían los animales mejor cebados.
Abril es, efectivamente, la época de las ferias de ganado, espacio en que concurrían los “feriantes” para vender, para comprar o para cambiar sus mercancías y, que, como es sabido, constituyen el origen de las fiestas populares cuyo modelo y cumbre es la Feria Sevillana de Abril, que comenzó en el año 1847, gracias a una petición de los sevillanos de adopción, José María Ybarra y Narciso Bonaplata, a la reina Isabel II.
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