Más que la cara, el espejo del alma es la palabra. El lenguaje y cada uno de sus elementos -la peculiar pronunciación de los sonidos, la particular construcción gramatical, la singular elección de las palabras- retratan la diferente constitución psicológica, el característico talante moral y el singular gusto estético de cada ser humano: descubren la idiosincrasia del grupo humano en el que cada uno de nosotros está integrado.
Aunque no siempre sepamos formularlo con precisión, todos sabemos que, por la manera de hablar, podemos descubrir, no sólo los conocimientos, sino también el equilibrio, las estimaciones y las preocupaciones de nuestros interlocutores y, además, podremos apreciar los cambios de cotización de los valores culturales que se producen en nuestra sociedad.
En sucesivos apuntes semanales de esta sección titulada "las palabras de moda", señalaremos el significado actual de aquellas palabras que, de pronto y de manera sorprendente, irrumpen en nuestro vocabulario. Trataremos de identificar las razones por las que, a nuestro juicio, se ponen o pasan de moda términos modernos o antiguos. Comprobaremos cómo los tabúes -palabras malsonantes- se convierten en eufemismos -palabras delicadas-; los vulgarismos -palabras groseras- se usan como tecnicismos - palabras especializadas- y los extranjerismos -palabras de otras lenguas- se hacen localismos -palabras de nuestro entorno-.
En esta ocasión, por lo tanto, no nos guía una preocupación lingüística, sino un interés sociológico, ideológico y cultural. Partimos del supuesto de que las modas, los estilos, las corrientes y los gustos son síntomas de unos cambios más profundos de mentalidad, de transformación de actitudes y de comportamientos.
La frivolidad consiste, precisamente en eso: en creer que las modas son "simples modas".
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, profesor de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, profesor de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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