Jacinto Vega Cortés ha publicado un gran álbum de fotos del tradicional almuerzo Navidad de la Asociación de Jubilados y Pensionistas La Cerejana de San Pablo de Buceite.
Lo celebrado en el colegio Cristo Rey, y disfrutaron de los villancicos de la comparsa navideña "Los Pastores de San Pablo".
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Mientras que haya jubilados con ganas de juerga, de comer y de reir olvidando sus achaques y, escuchando como antaño lo hacían sus padres y abuelos, a una bohemia comparsa de navidad impregnada de arte añejo, llena aún de futuro y de juventud, que reviven al pasado con pastoradas más antiguas que sus villancicos. Así habrá historia, arte, poesía y ganas de vivir.
Y aquí no importan las creencias religiosas, aquí lo que vale es la identidad de un pueblo que por modesto y progresista, no cambia las costumbres ni las raíces de sus antepasados, aunque el compás de una peculiar música oxidada de esporas que nacen de las volátiles burbujas de unos labios carnosos y entre relucientes o mellados dientes, que despiden versos como besos y amores, al compás de adornados cuerpos gráciles o rudos, que, como ángeles inspirados hacen vibrar a la rechoncha zambomba, y al revoltososo chinesco, al son de una pandereta, la botella de anís, y el típico almirés, que arruyan a las raras pinceladas del triángulo y a las redondelas latillas de las sonajas, alegrando el tumulto de plazas, de bares, calles e iglesias ansiosos del místico y añorado espectáculo que los flashes y los videos, hacen volar hacia otros horizontes perplejos de tan alegre y rara expansión religiósa, que se acomoda insólitamente entre las retinas, los oídos y el alma de creyentes o no; tan foráneos ellos, como ese baile, ese son y esa vocalización extremada y campesina de por si extraña, por ser allí foránea.
Y este es nuestro más sicero orgullo, seguir los tradicionales pasos de los que antiguamente (40-50 años atrás) andaban en comparsa por abruptas sendas, caminos empolvados y veredas de enramado follaje de pezuñas y herraduras, para alegrar y alegrarse con campesinos y cortijeros de solapas y dediles, de lonas y sombreros, asnos, mulos y caballos, de carretas, de callos y silencios. Los regresos espantaban ya al lucero y al horizonte clareándose. Esquivados por asustados animales y caminantes en busca de trabajo y del trabajo, se apartaban ante una ruidosa tambaleante y sonitera cabalgata de borrachos instrumentos que habían conocido las penurias de aquellos tiempos.
Un cuento que se va muriendo si el tiempo no tarda en poseer su propia procedencia. Las comparsas intentan evitar el olvido de todo eso y más.
Por eso gracias a esos componentes de comparsas y gracias, como no, a esos que velan por el bienestar de mayores como ellos en la Asociación de Pensionistas, porque si los más jóvenes no la cuidan desaparecerán tal como sus propios ancianos, sus propias costumbres, y hasta como la propia comparsa, donde ya hay pueblos que carecen "dellas".
Con cariño, YO: un hijo de pueblo.
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