EL DIOS DON EN TODO
Miro al cielo
después de haber
soltado sus corrientes de lágrimas
y veo llorar al siempre Don
sustentador de la oceánica vida.
Miro al mar y al cielo
mientra que los rayos del sol
“arco airean” de acuarela la tierra
y veo vivo al siempre Don
amo y señor de todo, y de todo tipo de vida.
Miro alrededor
mientras que nubes, tormenta, agua,
rayos y luz se alternan con las flores,
y veo al siempre Don terremoto y volcán
jugando con la vida y la muerte.
Miro al cielo y a la tierra
y veo a mi alma y a la de otros y otras,
que rezan, miran, piensan y disciernen
sobre el don del Don
y la dañina inutilidad del ser humano.
Miro a la vida
mientras se mueve en zig zag y crece,
nada o vuela, corre o se arrastra -visible o no-
y veo que hasta lo inerte y lo muerto
posee el Don de la vida universal.
Miro y miro,
remiro a la noche y al día,
a las nubes y a las estrellas
y veo a un Don infinito y perfecto
rodeado de su bello esplendor.
Miro al Don
de lo increíble y de lo imposible
y veo lo mínimo
que puedo pensar sobre lo sublime
de lo que estoy viviendo, viendo y analizando.
Miro y pienso en el Don
y creo en el Dios excelso,
no me queda más remedio
para dar satisfacción y serenidad al tifón
de otros mundos, como sois vosotros y yo.
Miro al Don
que regula al ordenador superior
y a nuestro cuerpo y creo; creo y veo, pienso...,
viendo que el todo y el todo en todo,
es un todo perfectamente ordenado.
Miro a todo
y efectivamente veo que cada todo son
-individual o colectivamente-
ordenadores de todo tipo y tamaños
perfectamente sincronizados por un Don.
Vuelvo a pensar
sobre el Don y casi ni me veo con dones
entre su grandeza ininteligible
que inútilmente envidio, deseo y quiero...,
-queremos- asemejar al inconmensurable Don.
Miro y pienso en el Don
y yo, que no creo en dioses ni los dioses en mi
vuelvo a creer en Don y Dios, no me queda otra,
para dar satisfacción y serenidad blanqueada
a lo imposible de mi rara e inteligente tozudez.
Finalmente me doy por vencido,
no me queda más remedio,
no me queda otra:
“creo y no creo porque veo y no veo”,
¿en verdad dejaré de creer y sentir alguna vez?
Ciego, pregunto a la peliaguda duda
y desde la masa oscura oigo la respuesta ebria
de un barbado borracho con don de eco
y peluca marca Don Universo que, por pobre,
se alumbra con infinitas mariposas:
“¿En verdad dejaré de creer y sentir alguna vez?
Creo y no creo porque veo y no veo,
no me queda otra,
no me queda más remedio y...,
finalmente -como tú- me doy por vencido”.
¿Por qué he de ser Don o Dios, y no mujer virgen o no?
1 comentario:
Mira que tienes bonitos poemas escritos, pero éste en especial me ha llenado por como habla de dos creencias tan distintas y tan iguales. Me sigue cautivando interpretar lo que encierran los versos, esos versos, esas estrofas tan peculiares y propias.
Es un desahogo.
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