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Para este mes de julio, Manuel Mata nos ofrece un relato policíaco en dos entregas. (la segunda será publicada en muy breve plazo de tiempo).
La teniente Saavedra debe resolver la muerte de un mayordomo en la casa donde presta sus servicios; los hechos ocurren en la Barcelona de principios de los ochenta del siglo pasado.
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EL DIFÍCIL CASO DEL MAYORDOMO MUERTO
“Obviamente el asesino no ha sido el mayordomo”, pensó la teniente Saavedra ante aquel cuerpo inerte, pulcramente vestido con camisa blanca de popelín bien almidonada, pantalón negro de finas rayas verticales, chaqueta azul cobalto confeccionada en lana virgen, pajarita tipo Slim, guantes blancos de algodón, calcetines de punto también blancos y zapatos negros.
La familia
Los Sáenz de Tárrega habitaban un palacete del siglo XVIII situado en la parte noble de la ciudad que combinaba un diseño moderno con elementos artesanales y materiales de lujo.
La familia la componían, don Evaristo, consejero-delegado de Banca Tárrega, propietario de apartamentos y locales comerciales repartidos por toda la ciudad, presidente del club de golf, y representante para España de la Word Oíl Company con sede en Houston (Texas).
Doña Asunción, la esposa, baronesa de Capdevila, dedicaba la mayor parte de su tiempo a visitar museos y galerías de arte por toda Europa, ir de compras a las boutiques de la 5ª avenida en Nueva York y asistir a reuniones esotéricas con amigas de la misma estirpe donde se interpretaban cartas astrales, se predecía el futuro con baraja Tarot, y se convocaba a los espíritus celestiales.
El matrimonio tenía dos hijos: Borja Mari, que rondaba la treintena, matriculado en su cuarto intento de graduación universitaria, esta vez en Administración y Dirección de Empresas, en el ICADE, clasista, guapo, partidario de la buena vida y, en consecuencia, con enorme éxito entre las mujeres, incluida alguna amiga de mamá.
Magda, la hija, era la excepción y un poco la vergüenza del linaje. Ejercía como enfermera en el Hospital Sant Joan de Deu, asistía a reuniones de grupos feministas, admiraba la trayectoria vital de Concepción Arenal e intentaba, sin éxito, cambiar de canal cuando en TVE aparecía el rostro, hosco e impenetrable, de Fraga Iribarne.
Desde hacía tres meses vivía con ellos Robert, sobrino de doña Asunción. El verso suelto de la familia que voló desde su pequeño pueblo en el Ampurdán en búsqueda de una vida libre y anónima, sin condicionantes ni rechazos. En la casa, sólo su prima Magda conocía su condición de homosexual.
De cómo el mayordomo llegó a la casa
Serafín Pedregosa ejercía como mayordomo en casa de los Tárrega desde hacía tres años. Su incorporación vino precedida por la recomendación de la duquesa de Bracamonti, quien, a su pesar, tuvo que desprenderse de parte del servicio al verse implicada -supuestamente, alegaba ella- en una desagradable operación de blanqueo de capitales y evasión de impuestos que se llevó por delante su prestigio, sus collares y su capital. Que no era poco.
Eran los primeros años de los gobiernos de Felipe González con Miguel Boyer ejerciendo de ministro de Economía y Hacienda, reciente la expropiación de Rumasa, la devaluación de la peseta y una crisis social, negada por los últimos vestigios del franquismo, que afloraba en aquellos meses. En ese contexto, la Autoridad Fiscal se mostró implacable al no aceptar acuerdo alguno con la duquesa.
Así, entre devoluciones, sanciones, abogados, costas judiciales y otros gastos, la duquesa se vio una mañana entregando en la delegación de Hacienda un cheque por valor de 148 millones de pesetas, que hizo temblar su patrimonio, eliminar gastos superfluos y reducir la servidumbre.
El resto de asalariados domésticos lo componían dos criadas externas, madre e hija, de origen peruano, encargadas de las labores propias del hogar: cocinas, lavar y planchar, limpieza general, hacer las camas, servir la comida y sacar de paseo, tres veces al día, a Chuky y a Choky, dos teckels color canela, vivaces y juguetones.
Serafín, vivía en un apartamento de la parte superior del edificio. Hombre agraciado y elegante, educado y correcto, sin afición o vicio alguno conocido salvo los partidos del Barcelona F. C. que seguía por televisión con una emoción apenas contenida. Las paradas in extremis de Urruti o las escapadas por la banda de Lobito Carrasco, le provocaban extrañas alteraciones en sus actos reflejos que a todos hacía reír. Soltero, no se le conocían amores ni devaneos, austero, gastaba bigote francés y colonia Varón Dandy de Parera. No constaban propiedades a su nombre y su sentido del humor, si lo tenía, era un misterio.
Cada día, su primera obligación era subir al dormitorio de la señora portando en bandeja de plata una infusión mezcla de té matcha e hibisco -rico en flavonoides- de suave y aromático sabor, justo a las 09.40 de la mañana. Ni un minuto más, ni un minuto menos.
Por eso, aquel lunes, cuando el reloj marcaba las 09.50 y el mayordomo no había dado los tres golpes de rigor en la puerta, doña Asunción sospechó que algo extraño ocurría. Hizo sonar la campanilla y como nadie acudía (el horario de las peruanas era de 10 a 22, aunque estaban aseguradas sólo por seis horas) decidió bajar.
Sobre el pijama de muselina se colocó una bata de satén rojo, bajó, lenta y prudente, las escaleras, abrió la puerta de la cocina, y allí, en el suelo, desparramado cuan largo era, encontró a Serafín. Muerto… o aparentemente muerto.Sobre la encimera, una tetera marroquí con la tisana aún caliente y una jícara de loza inglesa colección numerada de La Cartuja de Sevilla 1.929.
La teniente Saavedra
La teniente Almudena Saavedra, 25 años recién cumplidos, había entrado en el escalafón de oficiales al aprobar el examen de ingreso a la Academia General Militar de Zaragoza donde permaneció dos años.
Superado este periodo obligatorio para todos los cuerpos y armas, pasó otros tres en la Especial de la Guardia Civil sito en Aranjuez, logrando despacho con el número cinco de su promoción. Ser polilla le granjeó respeto y admiración tanto de subordinados como de mandos, pues no es habitual que hijos del cuerpo, tras pasar por el colegio de Valdemoro, accedan a lucir las dos estrellas en la bocamanga.
Desde hacía unos meses era la responsable del Grupo de Homicidios de la comandancia del barrio de Pedralbes a la que había sido destinada siendo este su primer caso.
Investigación y metodología
Una herida inciso contusa en el hueso frontal, justo por encima del esfenoides, llevó a los investigadores a pensar en la posibilidad de una agresión con un utensilio sólido y contundente como la maneta de un mortero o un bate de béisbol, aunque más tarde se comprobó que ese golpe, no mortal por sí mismo, se produjo al impactar la cabeza con el poyete de mármol que cubría las superficies horizontales de la cocina. Posiblemente ya inconsciente.
La Científica llegó sobre las doce. Las huellas dactilares Identificaron al fallecido como Serafín Pedregosa Laínez, natural de Castellbó (Lleida) nacido el 23 de septiembre de 1.944. El forense dictaminó que el intervalo de tiempo post-mortem fue de apenas tres horas, en tanto que la inspección ocular no aportó nada definitivo ya que toda la dependencia presentaba un aspecto limpio, ordenado y con el característico olor a pino de Fairy.
El posterior análisis toxicológico reveló que la causa de la muerte fue, sin lugar a dudas, la alta dosis de novichok detectada en el organismo de la víctima. El novichok es un agente deletéreo desarrollado en la Unión Soviética en los años sesenta y cuyos efectos son letales en un par de minutos. Las muestras gastrointestinales confirmaron que el mayordomo había ingerido el veneno diluido en el té que él mismo había preparado para la señora.
¿Suicidio? That is the question, comentó el cabo Arbeloa para demostrar que las clases de inglés -pagadas con una beca del Cuerpo- empezaban a dar resultados.
En los días posteriores se visionaron grabaciones de cámaras de seguridad, se comprobaron llamadas telefónicas, salidas del fallecido y se llamó a declarar a todas las personas que pudieran estar relacionadas con los hechos. Ninguno tenía razones para cometer el crimen y todos presentaban coartadas irrebatibles: Don Evaristo, toda la noche en su dormitorio, doña Asunción en el suyo, Magda, guardia de 24 horas en el hospital, Borja Mari, fulcro y cascabel de todas las fiestas, durmiendo la resaca de la noche anterior, las peruanas en su casa, y Robert….!Ah! Robertito… justificando su madrugada como mejor pudo, entre dudas y reparos, entre la congoja y la desazón, cayendo en breves digresiones como si hubiese dicho lo que no dijo.
Para la sicóloga, que seguía tras el espejo unidireccional los interrogatorios, el caso estaba en vías de resolverse. Y pronto.
(CONTINUARÁ)
9 comentarios:
Mata quiere tenernos unos pocos d3 dias con la intriga de que ha pasado de quien ha matado al mayordomo o porque pero no se a dado cuenta de que en el buceite hay gente que son policias guardias y de proteccion civil que le pueden descubrir la intruga
A mi me gustaria que lo digan.
Está claro. El mayordomo subia a llevarle el té pero de camino le prestaba otros servicios más personales. El marido se ha enterado y le ha dado matarile.
Yo creo que Serafín tenia un lio con Robert desde que llegó a la casa, fue amor a primera vista. La presión era una enerome carga para Serafín, poco acostrumbado a estas lides y le amenazó con dejarlo. Robert enloquecio y le mató. Un crimen pasional.
Serafin ha muerto por accidente.
Mu complicado pa la joven investigaora y los ávidos lectores del desenlace. Pa mí que fue la enfermera, escapó der currele y lonvenenó porque le tenía coraje por su pulcra y caduca vestimenta y porque nunca le había visto decir una gracia ni contar un chiste.
Nos tienes en ascuas Manué, sácanos cuanto antes de la duda infinita que nos atormenta.
Cada día te superas más. Ahora nos dejas hasta con intriga.
En una sola palabra: genial.
Entre Agatha Cristie y tú vais a dejar al mundo sin mayordomos, vaya profesión más peligrosa. Dejas el suspense para al final decirnos que se ha caído y del golpe en la cabeza murió de forma instantánea.
Ya te "chafé" el final, pero no tardes en buscar otro que estoy sin uñas.
Intriga a raudales, no dejes de mandarme el siguiente episodio...
Creo que el asesino es el hijo pendenciero, pues el mayordomo conocía algo, no bueno, del citado anteriormente. Difícil...
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