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Emmanuel Asi
El rostro humano de Dios. La espiritualidad de Nazaret
Madrid, Narcea
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Emmanuel Asi
El rostro humano de Dios. La espiritualidad de Nazaret
Madrid, Narcea
Hasta tal punto nos hemos acostumbrado al “Misterio de la Encarnación” que apenas advertimos la radical diferencia que separa el Cristianismo, de las demás religiones. A veces, incluso, interpretamos este hecho sorprendente como uno de los enigmas que solo requieren de nuestra parte que los aceptemos como “verdades incomprensibles”. El nacimiento de Jesús en Nazaret y su vida ciudadana en Galilea poseen, sin embargo, unos significados que replantean toda la concepción convencional de las religiones. El hecho de que el Dios de la Encarnación sea también humano, corriente, sencillo y laico, que naciera, creciera y conviviera con la gente normal de su pueblo, determina una manera diferente de vivir las relaciones con Dios y la conexión con los hombres y, más concretamente, una forma peculiar de explicar la espiritualidad porque, en vez de distanciarse, integra las dimensiones culturales, laborales, sociales y políticas.
En este libro, escrito por Emmanuel Asi, sacerdote diocesano, que vive en Lahore (Paquistán) y ha sido Profesor de Sagradas Escrituras y Rector de Seminario, nos explica con claridad, agudeza y rigor cómo las circunstancias vividas por Jesús en Nazaret iluminan los caracteres peculiares de la espiritualidad cristiana centrada en los valores evangélicos como la fraternidad, la amistad, el compañerismo, la sencillez o la autenticidad. Especial interés posee, a mi juicio, la manera clara y concreta de señalar cómo la característica básica y esencial del creyente cristiano y, en especial, del Ministro de la Palabra, es su capacidad para entrar en diálogo, en comunicación y conversación con Dios, con los demás hombres y con la propia vida: lo primero, afirma categóricamente, es escuchar, no hablar ni predicar.
La conclusión que el autor extrae de su minucioso análisis del significado hondo de Nazaret, de los valores y de las virtudes que emanan de este origen geográfico de Jesús, es que constituye una invitación, una exigencia, un modelo de vida para los cristianos, para los religiosos y para los sacerdotes diocesanos. Nazaret constituye -afirma- una llamada a la vida “encarnada”, compartida y solidaria, sobre todo, con los desheredados, con los enfermos, non los ancianos y con los marginados. Si en Jerusalén el énfasis se pone en la religiosidad, en los actos externos de piedad según los ordena el calendario y los horarios, en Nazaret, la espiritualidad abarca todas las tareas de la vida: “Necesitamos Nazaret en nuestra Iglesia, en nuestras sociedades y en nuestro mundo”. Aprovecho esta oportunidad, queridos amigos, para desearos que, en el fondo de esos recuerdos de nuestra infancia, descubramos el mensaje de Jesús, el milagro de recuperar el poder de la íntima debilidad del recién nacido, y de volver a la sencillez y a la amabilidad que disipe el desconcierto, la ofuscación y el desbordamiento de este mundo tan agresivo.
1 comentario:
Siempre fue, y es, muy agresivo este mundo que conocemos (el de la Tierra), con certeza no sabemos si hay otro. Y lo es, violento y cruel, no solo el humano sino también la mayoría de las especies ¿Quién fue y donde está el Dios que lo hizo, y con qué propósito?: ¡¡Nos comemos unos a otros para poder subsustir!! Qué aberración tan grande, no...!?
Pobre Naturaleza viva, ella, como Jesucristo, también muere para vivir: aprende, se levanta y revive en ese ciclo de vida y muerte. Jesucristo fue, sería, un santo hombre que intentó con las palabras y actos de entonces, hacernos comprender lo que él había aprendido del misterio del Universo; cómo tantos profetas. Cómo pertenecía a esta tierra, a este planeta, murió como un mortal que era, y por los mismos (nada ha cambiado) mortales que se creían, querían, ser poseedores de la única verdad, cuando esta es variada, multirracial, egoísta e interpretable. Creo en su ejemplo, y en el de tantos hombres y mujeres buenas, santas, con defectos por ser humanos, repito, en el ejemplo. El ejemplo de antes y en el de ahora, el del pasado, el presente y el que nos den en el futuro. Así es, cercana a la santidad, una pequeña parte de la sociedad humana, el resto sigue siendo tal como la ha hecho su creador: el Dios, el humano (que también crea) y muy en especial el político humano e inhumano de alma.
Y ya creo en algo.
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