Cementerio de San Pablo. |
Este escrito literario del sampableño Cristóbal Moreno El Pipeta, ha sido publicado en el número 17 de la Revista Speculum del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, donde se puede descargar la revista completa en formato .pdf.
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SENTÍA un fuerte dolor de cabeza, parecía que me iba a estallar en mil pedazos. Me sentía mareado y confuso. Había oscuridad en mi cuarto. Me levanté de la cama y, vacilante, me dirigí hacia la ventana; quería respirar aire fresco...
... El dolor se acentuó punzante. La abrí y una explosión de sol me dejó momentáneamente ciego. Desde mi octavo piso veía las calles y lápidas del campo santo. Al respirar el aire de la mañana el dolor de cabeza había cesado.
El susurro suave de un motor me sacó de mi ensimismamiento. Desde mi ventajosa posición, contemplaba la cara de los deudos del muerto, que iban trotando y cabizbajo detrás del coche fúnebre. Creía estar viendo a mi ex- esposa y a mi querida Ana, esa solterona y solitaria mujer con la que de vez en cuando me desahogaba ¿De quién sería el entierro?
Cuando reaccioné estaba agregándome a la comitiva. Nunca antes había entrado en el cementerio, pasaba de esas cosas, me pareció moderno. Andando por su ancha calle principal veía los nichos como cuadros multicolores, desacompasados por los múltiples jarrones llenos de flores marchitas.
Los llantos se prodigaron, sonando como a desordenado coro. La caja fue descargada ante un sencillo colmenar de múltiples huecos. Parecían bocas abiertas esperando engullir a los asistentes. Predominaba un negro uniforme que flotaba de un lado a otro. Yo miraba al párroco y a los demás, como si fueran buitres de la muerte aparentando una gran tristeza. Solo el cura derramaba un par de lágrimas. Le conocía, porque era compañero de dominó. Me miró y algo tiró de mí. Él izó la cruz. Cada vez quemaba más el sol…
Entonces me fijé en la frase escrita en la banda del único ramo de flores: “Cristóbal, mi amor, jamás te olvidaré”. Era de mi querida Ani…¡¡Me estaban enterrando!! ¿Y…mis hijos, dónde estaban mis hijos?
1 comentario:
.De una manera u otra
ha asistido a su entierro,
cosa que le está vetada
a casi todos los vivos
y a que nunca faltó
ninguno de lo que ya han partido,
nunca faltó a su sepelio,
a su entierro, ningún muerto.
¿Cómo se debió sentir,
al constatar que en el féretro
al que iban a enclaustrar
era usted, el que estaba dentro?
Del óbito pronto hará dos años
y una cosa me pregunto
¿Le han llevado flores alguna vez?
No le puedo dar, el pésame
y la verdad es que me alegro.
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09.04.16
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Antonio. -El niño del Corchado-
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