El profesor Hernández el año pasado en San Pablo de Buceite. |
A los amigos –de los que me considero verdadero paisano- que me han preguntado las razones del profundo afecto, gratitud y admiración que profeso por mi Jimena y por mi San Pablo, les pido que tengan muy en cuenta que los paisajes que habitamos configuran nuestro cuerpo y nuestro espíritu: son unos marcos en los que vivimos nuestros tiempos, nuestras enfermedades y nuestros dolores –allí falleció mi madre-, pero también nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, nuestros afectos y nuestras emociones más hondas y más persistentes. No exagero cuando afirmo que las amistades que allí cultivé siguen siendo las que han producido las más profundas raíces y los más gratificantes frutos.
Esos entrañables espacios de Jimena y de San Pablo tienen que ver con la memoria de lo que somos ahora y con los proyectos de lo que seremos en el futuro. Pero, sobre todo, tienen mucho que ver con esas personas buenas con las que con-viví, con-disfruté y con-sufrí. Son los seres humanos que han dejado unas huellas imborrables y siguen alimentando mis permanentes deseos de crecer. Ya verán cómo, muy pronto, regreso para seguir conversando.
Un abrazo.
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*** Fue el Padre Hernández" en su juventud, el primer cura de San Pablo de Buceite, que también estuvo en Jimena, hace algo más de 50 años.
Hoy José Antonio Hernández Guerrero, es catedrático
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club
de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
1 comentario:
Diría yo, que la noche de Buceite, como sotana negra lo cautivó y lo arropó. El día le alumbró el camino blanco de las letras; y sus mañanas, al Este del Este, le encandilaron los ojos rayándose sus iris con la salida del sol; y ya por la tarde, tras la siesta copiosa de una plomada que se derrite sobre la conciencia,volvía la vista hacia la Tacita de Plata para verla arder bajo las tardes rojizas. Pensó que de esta forma siempre se veía, desde San Pablo, a Dios, y si mediaba la vista su creación, más, si la bajaba, entre los terrones la vida subía rompiendo la tierra, sus principios, sus ideales, sus creencias y..., comprendió. Comprendió que allí (aquí) a donde quiera que mirara, Norte, Sur, Este u Oeste, veía a Dios ¡Y el hombre lo sabe! Sin ir a misa, el hombre lo sabe... y, a su manera, cree en Él.
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