viernes, 1 de abril de 2016

"La visita del Visir", por Eduardo Navarro "Er Pedagogo Jimenato"

Un relato histórico de su blog Andalucía y la Educación.
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EL SISTEMA DEFENSIVO DEL REINO NAZARÍ se sustentaba en el mantenimiento de sus fortalezas fronterizas, en ellas descansaba la seguridad del reino, elevadas sobre emplazamientos estratégicos, vigilaban los caminos de acceso al interior por donde se producían las razzias cristianas.

En una de las fortalezas, pertenecientes a la línea defensiva del Estrecho, se había recibido la noticia de la visita del Visir, que tenía la intención de inspeccionar la frontera occidental del reino y sus fortificaciones más importantes.


El Al-Qaid, de origen noble granadino, sabía que el Visir, llamado Lisan al-Din Abu Allah Muhammad ibn al Jatib abd Allah ibn Said in Abd Allah ibn Said bn Ali bn Ahmad al-Salmani al Garnati, conocido como Ibn al-Jatib,  era el polígrafo y el político más importante del reino y su familia le guardaba veneración.

Además de conocer sus estudios como poeta e historiador, tenía muy presente su faceta médica, sus teorías sobre la peste en la Edad Media evitó que el reino de Granada no fuera  tan castigado como los reinos cristianos, porque al analizar la situación se dio cuenta que había que evitar los contactos y aislar a los enfermos.

No era una visita cualquiera, así que dos días atrás el al-Qaid se había entrevistado con su Naqib, capitán de su guardia, para que en cada una de las torres albarranas que circundaba el recinto de la fortaleza estuviera un Nazir, al mando de su unidad correspondiente, reforzando la guardia del recinto.

Cada una de esas unidades estaba compuesta por soldados procedentes de tribus diferentes del Magreb, como los meriníes, tagianíes o aqaisíes, que además del arco, combatían con sables y con su arma favorita, un venablo armado de varias cuchillas que disparaban al enemigo con singular destreza, protegidos con el adarga de cuero, en vez de escudo, hechas con piel de ante.

Las torres albarranas, generalizadas por los almohades en las fortificaciones, ascendían a un total de catorce, que, además de atalayas, servían para castigar y rechazar al enemigo, verdaderos baluartes defensivos, superiores en tamaño y resistencia al resto de la muralla principal. Con ellas se acodaba el recinto, proporcionando rincones en donde pocos defensores podían detener a muchos atacantes.

La villa aledaña a la fortaleza no paraba de crecer, los avances cristianos, la rebelión mudejar al otro lado de la frontera, la reciente derrota del Salado, propiciaban una notable emigración, que fijaban sus residencias en las zonas más cercanas a donde un día tuvieron su hogar. Unido a ello, se contaba con el personal necesario, albañiles, carpinteros y artesanos en general, asociados al continuo mantenimiento de la fortificación militar.

El lienzo de murallas de la ladera oriental, siempre afrontando derrumbes y reparaciones, tenía por delante, a modo de falta barbacana, los restos de murallas antiguas. Durante esos días, por orden del al-Qaid, la actividad en la ladera oriental de los albañiles fue intensa, tan sólo cesaba el ruido de sus herramientas con la llamada del muecín a la oración desde el minarete de la cercana mezquita.

Se preocupó de la limpieza del bellísimo Aljibe almohade, ubicado en la parte central del patio de armas, aunque se trataba de una actividad normalizada, no solamente para un hombre de la talla del Visir, puesto que el suministro de agua era prioritario en una fortaleza de carácter defensivo, además tenía la conciencia de tener una auténtica joya para los propios habitantes del lugar, consideraba que merecía la pena la conservación en buen estado de tan magnífico Aljibe.

La fortaleza contaba con dos torres, en la zona sur el torreón central, donde se encontraba la vivienda del al-Qaid,  y en la zona norte, que dotaba de una gran singularidad al recinto, se ubicaba la otra torre, que se había dedicado a la residencia del jefe superior de los soldados magrebíes, normalmente un caballero noble de la tribu de los meriníes, cercano a la corte de Fez. Tras la derrota del Salado y las luchas numerosas luchas de sucesión en la corte, perdieron el control de las partes meridionales de su territorio.

De tal forma se había preparado la Torre de la zona norte para que pudiera descansar el Visir. No obstante, a pesar de todos los preparativos, de la larga espera, Ibn al-Jatib no llegó a pisar el recinto. Al conocer los motivos, el al-Qaid se lamentaba profundamente, ¡tenía tantas cosas que transmitirle sobre la defensa de al fortaleza al notable Visir!.

Ibn al-Jatib había sido también Visir de Yusuf I, padre de actual sultán, Muhammad V, durante el tiempo de mayor esplendor del Reino de Granada. El Visir no casaba con tantas construcciones de Muhammad V, desatendiendo necesidades del reino. Le preocupaba la defensa del estado, lo que le llevó a granjearse muchos enemigos.

A pesar de ello, era una de las personas más notable conocidas, así que le informaron que su vida corría peligro, por ello propuso una visita a la frontera occidental,  como un viaje de inspección en la zona cercano al Estrecho, era tan sólo un pretexto. Se dirigió a Gibraltar directamente y atravesó enseguida el Estrecho por Ceuta, camino de Tremecén, para ponerse bajo la protección de los meriníes.


Promovido por sus enemigos, que llevaron las acusaciones hasta la corte de Fez, que lo consideraron persona non grata y lo mandaron apresar. Tal era la ambición, que aún desde Saturno, Dios de la Guerra, no saciarían tan fácil su sed, los enemigos de Ibn al-Jatib, a través de contacto en la corte marroquí, lograron que entraran por la noche en su celda unos esbirros enviados de Granada, que lo estragularon, de esa triste forma fue asesinado uno de los andaluces más notables de todos los tiempos.

Y no sólo quedó en eso, al día siguiente profanaron su tumba y achirraron su cuerpo, una de las mayores afrentas para un musulmán, para que no pudiera alcanzar el paraíso. Los enemigos de Ibn al-Jatib, en cierta manera promovido por  Ibn Zamrak, el hijo de un herrero que llegó ser ministro del Sultán y uno de los mayores poetas del reino bajo la protección de su maestro, Ibn al-Jatib, había sido traicionado por su discípulo.

Años más tarde, tras la muerte de Muhammad V, los seguidores de Ibn al-Jatib y los propios enemigos que había creado, tomarían como víctima al propio Ibn Zamrak, al que degollaría, lo mismo que a todos sus hijos delante de su propia madre. De esa forma murieron los que probablemente fueran conocido como dos grandes hombres de estados y dos de los más  grandes poetas de todo el período andalusí en la península. Las paredes de la Alhambra están decoradas en yesería con versos de estos dos grandes personajes de nuestra historia.

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