miércoles, 8 de octubre de 2014

"Por ti y para ti...", por Salvador Delgado Moya

La primera vez que te vi, te mire a los ojos creyendo ver en tu iris tus intenciones. Tus parpadeos me lo imposibilitaron. Decidiste instalarte en mi vida, con o sin autorización, lo hiciste, no reprimiendote de nada ni por nada. Has cambiado mi rostro, mi forma de expresarme y hasta mis pensamientos, eres la esponja que absorbe los pilares de la vida real.

ELEGISTE: La suite especial en el hotel de mi vida. Ser la lluvia en el desierto de mi alma. Ser el sonido que martillea mi tímpano... Ser el camino donde pisaría al andar. Ser el raciocinio de mi mente, el motivo de mis sueños y la obligación de mi despertar... 

Ser el músculo causante y coordinador de mis risas y mis lágrimas. Ser el motivo de mi lucha, la luz de mi interior y el orgullo de mi exterior... Que mi locura fuese incitada. Que serias la luz de mi penumbra, la luz en mi desierto y el agua de mi polvoriento destino... Que eras el título del libro de mi vida, el guión de mis acciones y el viento que excita mi epidermis... Ser el alimento de mi hambruna, ser la estrella de mi firmamento, el motivo de mis preocupaciones y de mis propósitos. Ser el lubricante de la maquinaria que deambulaba por una vida incierta. 

Déjame que me retuerza de tu felicidad provocada y que quede extasiado cuando te miro... Déjame que me enorgullezca de disfrutar de la creación y el motivo por la cual mi amor hacia ti se magnifica. Elegiste ser mi hija. Gracias por elegirme a mi... Felicidades cariño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Salvador:

Tu artículo es todo bondad,
y de una ternura tan grande
como la tiene la infancia,
como la tiene una madre,
lo tuyo también es ternura
es, la ternura de un padre.
Padre que,
cuando contempla a su retoño
y siente lo que nunca sospechó,
que con la llegada de una hija
a un hombre pudiera pasarle.
Yo creo que ningún niño
antes de ser engendrado
allí, donde pueda encontrarse
para encarnarse como humano,
tengan la posibilidad
de poder elegir a sus padres.
De ser así, la cuestión
unos tendrían miles de hijos
y alguno en la vida nuca tendrían
ni un perrito que le ladre.
Pienso que un niño cuando nace,
abre el sobre donde está
su premio de la lotería de la vida.
Para todos, un gran premio
refiriéndome a la madre,
lo del padre ya depende
de la buena o mala suerte
con la que nace el infante.
Pero, la inmensa mayoría,
vivirá con un gran padre,
que mucho más que extasiado,
habrá quedado al mirar
al hijo que le ha llegado
y que, con gusto y mucho orgullo
la vida entera dedicará,
y es que, aunque el hijo peine cana
siempre, siempre, será su hijo.
Ya que entre padres e hijos
a Dios Gracias, no hay divorcio
y entre madres e hijos, tampoco
y siempre habrá un cordón umbilical
que, aunque invisible, durará
incluso después de la muerte,
perdurará por toda la eternidad.
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20.05.16
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Antonio. -El niño del Corchado-