Por Simón Blanco Algarín, miembro de Asociación para la Protección del Arte Sureño APAS.
EL ARTE SUREÑO. UN PATRIMONIO MUNDIAL EN VIAS DE DESAPARICIÓN
Enclavado en el extremo suroccidental de la cordillera Bética, el macizo del Aljibe es una isla geográfica que limita al sur con el estrecho de Gibraltar, al este con el mar Mediterráneo, al oeste con la depresión del valle del Guadalquivir y al norte con las altas montañas calizas de la serranía de Ronda (fig.1).
Fig.1. Situación del macizo del Aljibe y del Arte Sureño dentro de su contexto geográfico |
La naturaleza areniscosa de esta región, ha impedido los fenómenos de karstificación que son intrínsecos de la génesis de cuevas subterráneas, en cambio, los tafoni, elementos geomorfológicos de gran valor paisajístico, son característicos de este soporte geológico y presentan una notable distribución a lo largo y ancho de este espacio geográfico.
Estas huecos esféricos de dimensión métrica, fueron los enclaves elegidos por los primitivos pobladores de estas tierras para celebrar muchos de sus ritos de carácter religioso y social, entre ellos la realización de un arte parietal adaptado y condicionado íntimamente por su propia morfología interna (fig.2).
Fig.2. Izqda. Abrigo de la Pretina. Comarca de la Janda. Dcha. Abrigo del Verraco. Comarca de la Campiña de Jerez |
La temática y la cronología de estas manifestaciones rupestres no son iguales para todo el territorio del Aljibe. En la zona meridional, entornos de la desecada laguna Janda y la bahía de Algeciras, se localiza un patrimonio gráfico antiguo de tendencia naturalista con presencia de signos, figuras humanas completas pero donde principalmente se venera a ídolos animalísticos, mientras que en los ecosistemas septentrionales, cuenca del Guadalcacín y cuenca del Hozgarganta, encontramos un patrimonio esquemático basado exclusivamente en signos y en la reducción/abreviación de la figura humana. (Fig.3)
Fig.3. Distribución del patrimonio rupestre antiguo y reciente dentro del sector del Aljibe |
Esta dicotomía entre naturalismo/esquematismo se debe al distinto grado de penetración de la ideología Neolítica en nuestro territorio. Mientras las tribus del litoral eran herederas de un importante sustrato Paleolítico, donde la fauna salvaje seguía siendo su principal modo de vida, en los sectores aljíbicos más despobladas del interior, se asientan grupos campesinos que traen consigo una iconografía propia basada en las nuevas relaciones sociales y en los distintos modos de producción agropecuaria, rompiendo con la dependencia de la caza y el culto zoomórfico de la etapa preagrícola. (Fig.4)
Fig.4 Izqda. Abrigo del Bacinete. Figuras humanas y fauna salvaje de la Janda/Bahía de Algeciras. Dcha. Abrigo del Chorreón del Salado. Antropomorfos del Hozgarganta/Guadalcacín |
Del primer grupo, además de los grandes abrigos decorados desde el Paleolítico como el Moro, Palomas, la Jara, el Ciervo, la Atlanterra o las Estrellas, donde se localizan asociaciones de signos, manos y animales de clima templado como ciervos, caballos o bóvidos, destacan multitud de abrigos postpaleolíticos que no tienen paralelos dentro del arte rupestre peninsular como el Tajo de las Figuras, Pretinas, Bacinete, Cochinos, Tres Ciervos, Albarianes, Brama, Montaraz, Ferrol, Pajarraco, Alisos, el Viento o la Lechuza. Todos ellos y muchos otros, son el testimonio gráfico de sociedades tribales cuyas tradiciones giraban en torno a la fauna salvaje, especialmente perpetuaron la iconografía del ciervo, animal sagrado de las sierra mediterránea que aparece tanto en escenas cinegéticas como en escenas de carácter cultural. (Fig.5)
En cambio, en el segundo grupo, la figura humana esquemática es la que asume todo el protagonismo frente a las representaciones de fauna. Aquí los antropomorfos, especialmente los de tipo ancoriforme y las relaciones sociales que se dan entre ellos, permiten acercarnos a momentos vitales como vínculos de carácter matrimonial, nacimientos y a la forma cada más compleja con la que se estructuraron estas sociedades segmentarias. Mientras en las composiciones del Arte Sureño antiguo, los motivos carecen de una organización interna que es propia de sociedades igualitarias, en estos registros de la prehistoria reciente, donde destacan abrigos como el Laurel, Hornacinas Pintadas, Boyal, Ronca, Marrufo, Laja Perdida, Arrayanes, los Coros, Totem o las Maravillas, encontramos simetrías o disimetrías sociales basadas en el genero, el tamaño pero principalmente por las posiciones que adoptan unas figuras sobre otras, evidenciando relaciones sociales comunitarias o de liderazgo. (Fig.6)
En la actualidad, la amplitud cronológica de este legado gráfico abarca un largo proceso humano que va desde el origen de la comunicación con símbolos codificados hasta la culminación de las sociedades jerarquizadas del Bronce, además la originalidad de su fase "postpaleolítca naturalista", han convertido a estos frágiles refugios de arenisca, en auténticos contenedores culturales que albergan el mejor conjunto rupestre al aire libre del sur peninsular, el "Arte Sureño".
La principal amenaza física para este microcosmos que es el Arte Sureño dentro de la prehistoria universal, es la severa degradación del bosque protector. Un entorno natural humanizado con unos alcornocales residuales que ya no generan el apantallamiento ni la estabilidad ambiental a la que esta subordinada la conservación de los soportes de arenisca. En este sentido, la localización de estos abrigos dentro del los parques naturales de los Alcornocales y del Estrecho, no ha supuesto un acicate para su conservación, muy al contrario, la titularidad privada de los emplazamientos donde se localizan estos bienes, ha favorecido la sobreexplotación cinegética y un mercantilismo corchero que son la causa de la nula regeneración del alcornocal, punta de lanza de los vectores que justifican la rápida meteorización de los soportes y por tanto la desaparición de las pinturas. (Fig.7)
Fig.7. Envejecimiento y desaparición del alcornocal en el entorno del abrigo de las Estrellas. Finca de la Almoraima. Castellar de la Frontera |
Por otro lado, el escaso interés administrativo por la conservación del Arte Sureño, ha impedido los estudios que dieran a conocer sus distintos horizontes artísticos y su relevancia mundial, provocando una serie de deficiencias históricas como la no actualización del inventario de abrigos, falta de difusión, de centros de interpretación, de entornos de protección, de puesta en valor o una gestión preventiva inexistente que no atiende a las restauraciones, consolidaciones o cierres que son más urgentes, además del desconocimiento de las patologías propias de la arenisca. En definitiva, una total carencia de tutela que ya ha provocado daños irreversibles a multitud de abrigos y entornos naturales que son identitarios de esta legendaria región que es la orilla norte del estrecho de Gibraltar.
Finalmente, grupos conservacionistas locales como AGADEN y APAS, preocupados por la inacción y la degradación de estas expresiones milenarias legadas por nuestros antepasados, han propuesto a la junta rectora del parque del Estrecho para que se inste a las consejerías de Cultura y Medio Ambiente a tramitar la declaración de un parque cultural en un paraje tan representativo para el Arte Sureño como es la sierra de la Plata. Desafortunadamente, esta petición ha sido desoída, por lo que no podremos contar con un instrumento contrastado que garantizaría la gestión real de este conjunto artístico que concentra la mejor muestra de arte Paleolítico al aire libre del sur peninsular, además de ampliar los valores culturales y turísticos de un destino tan demandado socialmente como es la ensenada de Bolonia. De esta forma no solo se hubiera empezado a corregir una deuda histórica con el Arte Sureño sino que su valorización patrimonial podría haber contribuido a la sostenibilidad de un paisaje cultural espectacular pero cada vez más dañado por la degradación forestal, las crecientes tensiones urbanísticas y la proliferación de los parques eólicos. (Fig.8)
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