miércoles, 28 de octubre de 2015

"Grietas en el alma", por Salvador Delgado Moya

Cómo te extraño!!!

Tu recuerdo sigue quemando, invadiendo un pensamiento muerto, deambulando entre la nada y las respuestas…

Llueve y hace frío. Quiero sentirte en forma de agua, empapando mis sentimientos de bienestar, deslizando tus manos con las mías, dilatando las pupilas, acelerando mi corazón, y escuchando tu voz…

Qué lejos de fuiste?. Quiero andar, correr, para encontrarte. Pero mientras más lo intento, más ilógico es el retroceso.


Ayúdame!.

Necesito la atracción que polariza tu piel; oler el aroma de lo reconfortante; saborear el dulzor de la esencia; palpar lo invisible; intuir lo venidero y soñar con la realidad.

Dime que camino tomaste para vaciar mi vida!. Dime si tu viaje fue plácido y si miraste hacia atrás, luchando lo indecible para moldear de nuevo unas pautas que me petrifican en la soledad.

Quiero darle vida a tu imagen. Utilizo colores de ansiedad, lápices de resignación y papel de olvido, pero mientras más cerca estoy de conseguirlo, más absurdos son los trazos que se difuminan con el tiempo.

Busco y busco. Me aferro a recuerdos que atiborran mi mente de circunstancias imposibles de combinar, aceptando la negación de lo implantado.

Sueños cansados, almohadas carceleras de la tristeza, espejos relevantes de realidad y vida sin motivación.

Fuiste la armonía de mi dulce canción, la tecla apropiada y necesaria, la cuerda que tocaba para  resarcir mis emociones, la nota que tocaste al final de mi composición.

Quiero sentir la lluvia para temblar contigo;  el viento, para danzar agarrado a ti; quiero ser el mar, para balancearte en mis brazos; quiero ser estrella, para alumbrar tu futuro; quiero ser el fuego, para solidificarte a mis ascuas; quiero ser la tierra, para intercambiar la verticalidad ante tu infinito horizonte…

 Quiero, quiero, quiero… pero no puedo.

Háblame! Despójate de esas cadenas que impiden descifrar nuestro legado. Déjate llevar por ríos, que serpentean  sentimientos, arrastra desde la orilla alevines de deseos, enfurécete con la caprichosidad de lo impuesto.

Me dejaste invidente de ilusión, catapultando mi vida, girando como una peonza para no encontrar el punto de sosiego que ansiaba, ralentizando mi motor  espiritual y distanciando mi necesidad de atracción hacia tu foco de luz y vida.

Ya tu nombre se complementa con la nostalgia, engalanando la tristeza y las respuestas, esas que nunca se debería haber escritos antes como dudas.

Has marchitado mi existencia.  Has desquebrajado mi optimismo y has dado sepultura a una realidad que de tanto dolor, ya es indolora, pero que me estremece como una daga acerada que penetra sin previo aviso.

Sé que saldrá el sol, día tras día, pero la luminosidad de mi ser, es opaca por tu inexistencia.

Me queda un vacio insólito y eterno, con la incertidumbre del desconocimiento de lo abstracto. Me arropo  en la resignación y en el tiempo, provocando escalofríos de dudas y ansiedades.

Espero que estas palabras te lleguen, allí donde estés. Me quedo mucho que ofrecer y aún más por recibir. Te veo, te siento, te intuyo, te quiero…

Te llevaré flores, para colorear tu solsticio invernal; te dejaré lágrimas para ser ciego de la exasperación; te hablaré con gritos enmudecidos de lo incoherente y te recordaré con atisbos de adoración y proclividad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quedan grietas en el alma
y fisuras en el corazón
Cuando alguien se ha marchado
bien porque se lo llevó Dios
o porque te ha abandonado,
unas veces por capricho,
otras veces por obligación,
a lo que yo llamo, el destino.
Grietas que nunca se curan,
puede que algunas se alivien
a veces, algo ayuda el tiempo,
aunque quedan cicatrices
que no hay bálsamo que las disuelva
ni que tampoco las suavice.
Grietas y fisuras de, adentro
Que, aunque ya no sangren, sí molestan.
Grietas, fisuras o cicatrices
que a veces son un tormento.
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12.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-