jueves, 26 de junio de 2014

"Los eventos y los lamentos de la realidad cotidiana" , por Cristóbal Moreno El Pipeta

"... QUE YA TENEMOS LA FERIA ENCIMA Y SIN UN CÉNTIMO...." 
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Lunes por la mañana: conversación oída a dos sampableños sentados en un escalón:

Fulano “a”− Bueno, ya lo presenciaste en directo, las cosas son así, las personas también; no era el mejor día por muchas circunstancias. Ellos se preocupan, quieren que todo salga bien y ponen el empeño para que así sea, con eso me basta. A veces, pocos somos muchos, y ayer fue uno de esos días; no obstante había casi medio centenar de personas en la iglesia; al teatro tampoco fue casi nadie. 
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El pueblo es un pueblo agrícola, la crisis se ceba en los más pobres y… los “dueños” también; les hacen trabajar hasta la noche con la amenaza del puesto de trabajo. Otros trabajan fuera y vuelven tarde; ya, para los que trabajan, no hay: viernes al medio día, ni sábados para descansar, a veces ni domingos; otros echan uno o dos días a la semana cogiendo naranjas o en algún chapucillo; sin embargo para los que no trabajan, todos los días son: “fiestas aburridas”.


Fulano “b”− Si, es verdad, hemos andado 40 ó 50 años atrás en poco tiempo. No sé cómo se notará en las ciudades, pero en los pueblos se ve así. La gente, con la entrada de la democracia se ilusionó y ahora está entrampada; pellizcan donde pueden para no quedarse sin la casa, el coche o los electrodomésticos y comer algo cada día. La generación que nos tiene que sacar para adelante han vivido tiempos de bonanza, sin problemas, lo han tenido todo porque sus padres se lo han dado; hasta el punto de que no saben luchar, y tampoco donde poder trabajar. Y ahora todo ha cambiado, han vuelto a la miseria que sus padres y abuelos vivieron; al abuso de poder. De buenas a primera se han visto inmersos en un mundo que desconocían, son ellos los que tienen que sacar al país para adelante, y a su familia, pues llegará el día que sus padres no pueden seguir manteniéndoles por haberles también, hecho añicos la crisis. Confiados se habían entrampado, no han sabido guardar; y encima el Estado les cobra hasta el aire que respiran (antes lo podían pagar, ahora no), porque además tienen que ayudar a la familia, a sus hijos y a sus nietos inclusive (a hijos, padres y abuelos me refiero) .


“a”− Así es, los atareados no tienen tiempo, y los que no trabajan,  ni ganas de actos por muy ilustrativos que sean. Y de ahí la cadena, que se ha llevado la sonrisa, la alegría, la felicidad de la cara de la gente. En muchas ocasiones, cada vez más, según va pasando el tiempo en esta situación, la crisis está hasta rompiendo familias. 


“b”−Es verdad, los pueblos están vacíos, no se ve gente por las calles. Las ciudades siempre están llenas, cada vez con más gente pidiendo. Mira a tu alrededor y verás como el andaluz ya no es tan juerguista como antes: ni canta, ni baila; ni gasta bromas, ni sonríe; no hay ni borrachos; pero si piden por no robar; cada día las calles están más llena de gente pidiendo; ¡extranjeros sí, muchos!, por no encontrar trabajo, pero también hay españoles pidiendo, lo que años atrás, antes de la crisis, no se veía ni uno. Nos vemos otra vez en la remolacha.             
 Cuánto echo de menos la cogida a mano del algodón, que nos sacaba de algunos apurillos.


“a”−En los bares siguen los de siempre, y los hijos de todos los tiempos. Para que vamos a decir quienes, si todos lo sabemos. Y aquellos que han tenido la capacidad, ya no diremos suerte, de tener o haber tenido un trabajo fijo, y un buen seguro de ancianidad. Los pobres ya son más pobres, los ricos más ricos y los de clase media en la punta de un alfiler, si caen para un lado brillarán sus bolsillos, si caen para el otro el agujero hará que no pueda guardar dinero alguno y se convertirán en pobre. El pobre ya los tiene rotos desde hace tiempo. Muchos negocios de la clase media, con excepciones, han tenido que cerrar porque no pueden pagar los impuestos, y encima no han podido coger el paro por ser autónomos. Los negocios que quedan nos tiran al cuello, y aquí en San Pablo no podemos tener mucha queja, aunque también. Pero si te vas a La Línea, Algeciras, Cádiz y todas esas grandes ciudades, te crujen. En La Línea de la Concepción los cafés 1,20 Euros. En Algeciras de 1,20 a 1,30 y en Cádiz 1,50. Yo no sé si nos ven cara de extranjeros o catetos.


“b” –A lo mejor las dos cosas, pues es verdad lo que tú dices, los otros días estuvimos mi esposa y yo con mis dos nietas de excursión a Cádiz, y menos mal que nos llevamos la comida y comimos como casi el resto en la playa, que si no, no vea; después de comer me fui a tomar un café a un bar cercano y “¡toma castañas, 1,50 que me clavaron por el dichoso dedal de cafelito!”. A las niñas se les antojaron helados de cucurucho. Había un cucurucho “minino” que le pintaban de helado la apertura y te colocaban el euro; el siguiente, yo diría que el normal, 2 euros y el único que merecía la pena por ser el más “grandecillo”, que no grande, te pelaban los tres euros. 


“a” –Pues no te creas, que aquí hay que pensar en salir a tomar el café; vas pides el café y hay que hacer como muchos, antes de servírtelo poner el euro encima del mostrador, vaya a ser que después venga algún compromiso y se te vayan los diez euros más pronto que un misto; y así cuando tengas ganas de irte nada más que tienes que coger la puerta y ya está. Pero no te creas así y todo tienes que invitar a alguien, de estos, que todavía hay, que son capaces de quedarse sin comer antes que no invitarte si es que están antes que tú en la barra. Eso sin contar al de los iguales y a los de las rifas, ¡¡mira que hay ahora rifas!!, que si el del queso, que si el de los espárragos, que si de la asociación tal, que si de la asociación cual. En fin que aunque huyas: por prudencia, respeto, vergüenza y a veces hasta por lástima, siempre metes a algún numerillo. Más aún, a estas personas que tú ve que han asentado la cabeza, ¡mejor la rifa que otras cosas!, a esos si les compro yo.


“b” –Hay que ver a lo que hemos llegado ¡eh!


“a” -¡Hay que ver!


“b” -¡Maldita sea el día en que me metí en comprar el coche nuevo, no tenía yo el viejo, y mira que era bueno, “pa” qué coño querría yo otro coche!.


“a” -¡Y yo, en la hipoteca que me metí, subiéndome todo los meses, cuando podía haberme comprado una de segunda mano o haberla hecho poquito a poco, siendo albañil como soy!. Ya pronto no tengo ni casa ni “ná”, pues sin trabajo no puedo pagar la maldita hipoteca, y el banco no mira tú situación, te embarga y ya está; ¡y “comé” hay que “comé”! ¡La culpa la tienen todos esos hi…de p…. de arriba que nada más que hacen robar! 


“b” - ¡Siempre hay excepciones hombre, siempre hay excepciones!


“a” - ¡Sí, las que ponga el nuevo Rey! ¡A ver si es capaz de sacarnos de ésta!


“b” – Bueno, con el padre de una forma u otra vivimos mejor que nunca ¡Qué el rico gana, pues vale, con tal de que el pobre coja tajada!. ¡República, yo ya no me fio ni de mi madre! ¿¡A quién coño voy a votar…a quién!!


“a” –Parece mentira que llevamos ya treinta y ocho años de supuesta democracia y estamos otra vez atrás. Siempre cogemos los peores ejemplos ¡Por qué no copiamos la política sueca, finlandesa e incluso la noruega¡ ¡Por qué cogemos lo peor de los países y no lo mejor!. De modo que no integramos en la UE y estamos en la cola, igual que nuestros vecinos perimetrales; a expensas de Alemania la todopoderosa, siendo miembro igual que nosotros ¡Tan malos y perros somos!.


“b” –¡Pues no tienen que caer chorizos de guante blanco todavía para llegar a ser como esos países! ¡Me cago en la leche! ¡Bueno, pues qué remedio, confiemos en el impuesto Felipe VI.


“a” –Confiemos hombre, confiemos… por segunda vez; QUE YA TENEMOS LA FERIA ENCIMA Y SIN UN CÉNTIMO.
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Cristóbal Moreno “El Pipeta”

2 comentarios:

  1. GABRIEL. CRISTOBAL TE FELICITO POR TU ESCRITO.
    QUE BONITO ERA CUANDO JUGABAMOS AL FUTBOL. gabriel meléndez duarte

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  2. Anónimo8:15 p. m.

    Una "bonita" narración sobre dos personas de pueblo conversando. Mi subsconciente, motivado por las dotes del escritor, sin ser su intención la del engaño, ha sentido que se trataba de una entrañable escena de antaño, por lo que cuentan los personajes y las palabras que utilizan para ello. Lo triste; la sensación durante su lectura de saberlo presente y actual.



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